Queridos lectores:
La luz espiritual no se ve tanto con los ojos, sino que se siente en el corazón. Y cuando se siente, naturalmente queremos sentir más de ella.
Cuando era una adolescente, trabajando como voluntaria en un programa de verano para niños en un vecindario muy pobre, sentí el poder de atracción de la luz espiritual de una manera que me dejó una impresión indeleble. Una niña pequeña venía cada mañana con el mismo vestido (limpio y almidonado). Tenía el cabello prolijamente trenzado, y una sonrisa para todos que simplemente no cesaba.