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Original Web

La generosa realidad

Del número de abril de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de octubre de 2019 como original para la Web.


Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras de Mary Baker Eddy plantea una pregunta que luego responde: “¿Cuál es la declaración científica del ser?” (pág. 468). 

Se trata de una declaración esencial para la comprensión de la Ciencia Cristiana, para la curación física, y para tener una vida feliz y saludable.

No recuerdo haberla estudiado, pero mientras asistía a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, las palabras se volvieron mías.

La primera vez que sentí conscientemente el efecto de alcanzar la verdad que estas palabras contienen, sigue presente en mi memoria como si fuera ayer. Una noche oscura mientras le decía adiós a una amiga y ella entraba en su auto, la puerta de mi coche de alguna manera se cerró de un portazo sobre mi mano izquierda. Se cerró fuertemente con mi mano de lado. ¡Qué dolor! Luego sentí pánico: ¿Qué hacer?

Maravillosamente, me tranquilicé, extendí mi mano derecha y abrí la puerta, liberando la mano izquierda, mientras que al mismo tiempo escuché una orden en el pensamiento: “Repite ‘la declaración científica del ser’ y enciende el automóvil”. La declaración incluye, “Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo”. Finaliza: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual”.

En cuestión de minutos, usando ambas manos, estaba saliendo de ese estacionamiento vacío y manejando por la oscura carretera rural, repitiendo la declaración completa una y otra vez, como si nunca antes la hubiera escuchado; palabras que ahora me doy cuenta de que son extraordinarias, pero a la vez naturalmente ciertas.

Entonces supe que la idea de que “Dios es Todo-en-todo” era el punto a considerar. Nunca se me ocurrió pensar que había hecho algo estúpido; lo único que podía sentir era un amor más grande que yo, que me cuidaba con ternura. En realidad, una inteligencia que reemplazaba toda pretensión de vida, incluso movimiento, en mi cuerpo o en ese auto.

Una presencia extraordinaria, que yo sabía de manera innata que era Dios, llenó todo en ese momento. Y eso fue suficiente.

El dolor desapareció mucho antes de que terminara mi viaje de veinte minutos. Mi mano no tenía marcas, ni hinchazón.

¿Es posible que las palabras puedan honrar la gracia de tal regalo? ¿Sentirse amado de manera tan inteligente e inmediata... incluso sin comprender la plenitud de tal regalo? Como Ciencia y Salud también dice, “El significado espiritual de la Palabra imparte este poder” (pág. 271).

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