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Original Web

Sanan huesos rotos de la muñeca

Del número de abril de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 20 de enero de 2020 como original para la Web.


El verano que pasé en Suiza, con una familia que quería experimentar una inmersión lingüística en inglés, me brindó una gran oportunidad para estudiar y practicar la Ciencia Cristiana. Allí había luz solar hasta cerca de las diez de la noche, así que me iba en bicicleta a una hermosa ladera al pie de los Alpes a estudiar. Mi propósito era leer todos los libros nuevos disponibles en la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Me encantaba todo lo que iba aprendiendo, y me sentía muy cerca de Dios.

Un día, mientras cuidaba de los dos niños suizos afuera de la casa, me caí sobre el tobogán y me fracturé la muñeca. Me dolía mucho y un hueso sobresalía; era obvio que estaba fuera de lugar. Comencé a orar por mí misma de inmediato para superar el temor. Nunca antes había tenido que lidiar con un problema de esta magnitud por mi cuenta, y me sentía sumamente sola en un país extranjero sin mi familia cerca y sin siquiera mi propio teléfono.

Durante los próximos días, traté sin éxito de comunicarme con una practicista de la Ciencia Cristiana de habla inglesa para que orara por mí. El tercer día llevé a un amigo a su cita en el consultorio de un médico. Yo había estudiado la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana esa mañana, y fue muy claro para mí que la forma de pensar de la medicina y su base para tratar a los pacientes era fundamentalmente opuesta a lo que había leído en la Lección Bíblica. En ese momento, decidí con firmeza que la única forma en que quería que se manejara el problema de mi muñeca era por medio de la Ciencia Cristiana.

Al tomar esa decisión clara, pude comunicarme de inmediato con una practicista de la Ciencia Cristiana y pedirle ayuda. Fue aquí donde vino la siguiente gran lección. Le tomó mucho tiempo entender mi nombre e información básica, y comencé a sentirme frustrada. Cuando ella comenzó a hablar acerca del amor de Dios por mí, pensé ¡Yo realmente tengo un problema grande y necesito algo más fuerte que eso! Decidí llamar a otra persona al día siguiente. Sin embargo, para mi gran sorpresa, cuando desperté por la mañana, me di cuenta de que había tenido una maravillosa curación. El hueso de mi muñeca que parecía estar fuera de lugar, ahora se veía totalmente normal. Sentí mucha humildad y gratitud. Todavía me dolía un poco, pero pensé que simplemente desaparecería, y estaba muy contenta con mi curación.

 Sin embargo, el dolor continuó durante varias semanas, y tuve la oportunidad de aprender que el tiempo no es un sanador. Una pequeña duda comenzó a invadirme nuevamente. Le mencioné el incidente a la madre de los dos niños. Ella estaba extremadamente preocupada, y me di cuenta de que había sido un error decírselo. Le permití que me llevara a su médico para que me hiciera unas radiografías. Mientras esperaba, vi que el doctor había escrito en un sobre grande mi fecha de nacimiento, luego, una raya seguida de un espacio en blanco para una posible fecha final. Eso fue alarmante. Resumía para mí la creencia mortal fundamental de vida en la materia con los límites de un comienzo y un final. Estaba agradecida por haber aprendido en la Ciencia Cristiana que el hombre es espiritual, que nunca nació y nunca morirá, que la Vida, Dios, es infinita y eterna.

 Cuando el médico regresó, me mostró en las radiografías que los huesos se habían roto en pedazos, pero que ahora estaban perfectamente alineados. Esto fue muy reconfortante para mí. Estaba muy contenta de tener prueba del poder del tratamiento de la Ciencia Cristiana. Luego dijo que lo lamentaba porque, aunque los huesos estaban alineados, yo nunca podría usar la muñeca totalmente, y no había nada que él pudiera hacer por mí.

De inmediato, me comuniqué nuevamente con la practicista de la Ciencia Cristiana para asegurarme de que se completara la curación. Con mucha alegría continuamos con el trabajo de oración hasta que estuve totalmente libre. Desde que tuve esta curación, he tocado música en servicios religiosos de la Ciencia Cristiana, incluida la Escuela Dominical, durante más de 35 años, con total flexibilidad y fuerza en mi muñeca.

El amor de Dios es lo suficientemente poderoso como para despertarnos de las ilusiones más aterradoras del sentido material, a pesar de las dudas humanas. 

Estoy sumamente agradecida por mi vida en la Ciencia Cristiana, por la Escuela Dominical, la instrucción de clase y todas esas amorosas personas que me han ayudado a captar vislumbres de la existencia infinita y armoniosa.

Marette St. John
Knoxville, Tennessee, EE.UU.

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