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Original Web

Cómo conocí la Ciencia Cristiana

La Ciencia Cristiana me rescató

Del número de abril de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 6 de febrero de 2020 como original para la Web.


Hace casi 50 años, un joven salvó mi vida al darme a conocer la Ciencia Cristiana.

Me crié en un ambiente de malos tratos y violencia. Como era la mayor de siete hermanos, me dejaron a cargo de ellos desde muy chica. Mi madre rara vez estaba en casa, y mi padrastro cuando estaba me maltrataba. Nunca le conté a nadie lo que pasaba en nuestra casa.

Cuando tenía alrededor de trece años, sentí que ya no podía seguir viviendo así, y pensaba en cómo quitarme la vida. Vivíamos cerca de las vías del tren, y más de una vez caminé a lo largo de ellas pensando en suicidarme. 

Asistí a un colegio religioso donde me enseñaron que todo lo que ocurre es la voluntad de Dios, y tenemos que soportarlo. Pero esto me molestaba, porque yo no había hecho nada malo para que me castigaran. Aunque había perdido mi fe en las personas y ya no confiaba en ellas, porque sentía que me habían fallado, nunca dudé de la existencia de Dios ni perdí mi fe en Él, así que recurrí a Dios en busca de una respuesta. No obstante, mis problemas persistieron, y no sabía por qué.

Unos dos años después, un chico que conocía percibió que precisaba ayuda, y me invitó a ir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Yo jamás había oído hablar de la Ciencia Cristiana, y realmente no quería ir con él a la iglesia, pero me persuadió para que la visitara solo una vez. 

 La mañana que llegamos a su iglesia, una Iglesia de Cristo, Científico, me llevaron a una clase de alumnos de mi edad. Además de que hubiera tantas clases llenas, lo que me llamó la atención fue el ambiente alegre de la Escuela Dominical. La maestra nos habló del amor de Dios por todos; dijo que cada uno de nosotros era precioso para Dios y que nos amaba de una manera imparcial. Esto me impresionó mucho, y me brotaron las lágrimas sin poder evitarlo, ya que pensaba que nadie me quería. 

Regresé por segunda y tercera vez a la Escuela Dominical, y continué yendo. Como resultado de lo que estaba aprendiendo acerca de Dios, comencé a ver todo de manera diferente. Una de las cosas que me maravilló fue el siguiente pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El Dios de la Ciencia Cristiana es el Amor divino,

universal, eterno, que no cambia, y que no causa el mal, la enfermedad ni la muerte” (pág. 140). Esto me hizo ver que Dios no nos manda los problemas; el Amor divino nos saca de ellos. El cambio que se produjo en mi pensamiento como resultado de esta comprensión verdadera de Dios fue maravilloso. Mi maestra de la Escuela Dominical fue muy perceptiva y sabía lo que yo necesitaba escuchar en ese momento. 

Mi situación comenzó a mejorar poco a poco. Empecé a estudiar la Biblia y Ciencia y Salud, y a esforzarme por acercarme más a Dios, y las cosas en casa se fueron tranquilizando. Después de empezar a ir a la Escuela Dominical, mi padrastro nunca más volvió a pegarme. No obstante, no era fácil para mí vivir en casa. Pero el cuidado de Dios por nosotros es completo, y muy pronto una amiga y compañera de la secundaria me invitó generosamente a vivir con ella, su madre y hermana. Nunca le había contado lo que pasaba en casa, pero ella sintió que necesitaba ayuda. No solo me dieron un lugar donde vivir, sino una familia, y son parte importante de mi familia hasta el día de hoy. Me aseguré de que mis hermanos menores tuvieran lo que necesitaban y estuvieran seguros en casa, y me fui a vivir con esta amiga. 

Con el tiempo, me casé con el joven que me dio a conocer la Ciencia Cristiana, y juntos hemos criado a tres hijos maravillosos que fueron a la Escuela Dominical y practican la Ciencia Cristiana hoy. Estoy muy agradecida por mis nueras, y mis nietos son la culminación de esta demostración del amor y cuidado de Dios en mi vida.

Esta Ciencia fue una bendición no solo para mí, sino también para mis hermanos menores, quienes tienen su familia y viven en armonía. Cuando han tenido grandes desafíos, ellos también han recurrido a la Ciencia Cristiana y sentido su apoyo.

Años después de haberme casado, mi mamá también se interesó en la Ciencia Cristiana, la cual cambió su vida y su forma de ser. Esto me ayudó a perdonar y a arreglar mi relación con ella. Mi madre incluso se hizo miembro de una iglesia filial y llegó a ser Lectora allí. 

Tengo una vida completa y feliz, con desafíos como todos, pero cada necesidad ha sido respondida al confiar en Dios. Es inmensa la gratitud que siento por la Ciencia Cristiana y por su Descubridora, Mary Baker Eddy, cuyos escritos nos muestran cuán profundo es el amor de Dios y cómo seguir el ejemplo de Cristo Jesús.

Lydia Correa
Montevideo, Uruguay

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