Comprender que somos inseparables de Dios es un remedio en el que podemos confiar cuando necesitamos ayuda inmediata. La Biblia está llena de relatos y oraciones que nos enseñan acerca de la presencia constante de Dios y Su invariable amor y poder para vencer el mal con el bien, como leemos en el Salmo 139: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí” (7-11).
Un fin de semana, hace varios años, volé en mi pequeño avión monomotor desde el aeródromo cercano a mi casa, en Massachusetts, hasta un pequeño aeropuerto en la costa del sur del estado de Connecticut. Mi instructor de vuelo y yo íbamos a reunirnos para un entrenamiento de un día en instrumentos de vuelo (vuelos en los que deben usarse instrumentos para navegar). Yo era piloto privado y no tenía habilitación para volar con instrumentos; solo podía hacerlo en ciertas condiciones climáticas.
Tuvimos un buen día de entrenamiento, volando por toda la zona rural de Nueva Inglaterra, y luego regresamos al aeropuerto para dejar a mi instructor. Para cuando aterrizamos había anochecido, y se venía mal tiempo. No obstante, decidí que tenía suficiente combustible y, si partía de regreso a casa de inmediato, podría adelantarme al mal tiempo.
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