Hace aproximadamente un año, justo una semana antes de comenzar mi segundo curso de enfermería de la Ciencia Cristiana, fui a la playa para divertirme con la familia de mi hermana menor, quien había venido de vacaciones a Camerún. Cuando llegamos a Kribi, una gran ciudad turística y puerto marítimo, nos dirigimos a la playa para nadar.
Los hijos de mi hermana y su esposo fueron los primeros en meterse en el agua, y un poco después entré yo. El mar estaba muy agitado. Apenas había entrado cuando uno de mis sobrinos, arrojado por las olas, cayó como un tronco sobre mi rodilla derecha. Me caí y me dolía mucho la rodilla y no podía moverme con normalidad.
Muy rápidamente me sacaron del agua. De inmediato comencé a declarar que Dios es Todo-en-todo y que en Él vivo, me muevo y tengo mi ser (véase Hechos 17:28). Sabía por mi estudio de la Ciencia Cristiana que Dios, el bien, gobierna todo Su universo en armonía, por lo que, en realidad, no podía haber accidentes. El concepto de accidente y lesión se basa en la creencia de que el hombre es material y que está sujeto a discordias mortales.
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