La estación de radio que escucho selecciona un tema cada mañana, y los oyentes llaman para pedir canciones que vayan de acuerdo con el programa. Hace poco, se habló sobre la soledad, y durante los 20 minutos aproximadamente que estuve en mi auto, no solo escuché canciones sobre ese tema, sino también los comentarios de los que llamaban por sentirse solos. Aunque se suponía que fuera un segmento muy animado, sentí compasión por ellos.
La soledad es mucho más profunda que un tema de música popular. De hecho, hace poco, la soledad fue declarada una epidemia en los Estados Unidos, cuando el senador Ben Sasse la llamó la “crisis de salud número uno” de la nación. En el Reino Unido, la gravedad del problema provocó el nombramiento de un ministro de soledad.
Al pensar en la soledad, tanto en el ámbito individual como global, recientemente encontré renovada inspiración en la historia de la Pascua.
No comienza con mucha alegría. En el libro de Mateo, leemos que antes de la crucifixión de Jesús, sus discípulos se quedaron dormidos cuando les pidió que oraran con él. Luego, uno de ellos lo traicionó y otro negó conocerlo. Jesús fue crucificado, colgado de una cruz para morir entre dos ladrones. Regalaron sus prendas, y pusieron su cuerpo en una tumba sellada por una roca pesada. Sin duda, estos fueron una serie de sucesos extremadamente solitarios.
Sin embargo, recientemente se me ocurrió que ese tiempo en la tumba fue sagrado para Jesús, un tiempo para que él comulgara con su Padre celestial, Dios. Él se levantó de entre los muertos, y como la fundadora de El Heraldo, Mary Baker Eddy, escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El recinto solitario de la tumba le dio a Jesús un refugio contra sus enemigos, un lugar en el cual resolver el gran problema del ser… Él comprobó que la Vida es imperecedera y que el Amor es el amo del odio” (pág. 44)
Jesús pasó por esta experiencia inconcebiblemente difícil solo, sin ninguna ayuda humana. Sin embargo, al estar “solo” con Dios, alcanzó un sentido tan claro de la naturaleza de Dios como la Vida y el Amor eternos, que le permitió elevarse por encima del odio que el mundo sentía contra lo que él representaba, y triunfar sobre la muerte. Cumplió la misión que Dios le había designado, demostrando para todos y para todos los tiempos por venir, el poder absoluto de Dios y la promesa de la capacidad de la bondad divina para vencer todo mal.
Ciertamente, no es probable que experimentemos nada parecido a estas circunstancias. Pero incluso en una escala mucho más pequeña, el rechazo, el desacuerdo o la pérdida pueden hacernos sentir aislados y solos. Ciencia y Salud dice: “¿Sería la existencia sin amigos personales un vacío para ti? Entonces llegará el momento en que estarás solitario, privado de compasión; mas este aparente vacío ya está colmado de Amor divino” (pág. 266)
La promesa siempre naciente de la Pascua puede resucitar nuestro pensamiento de la oscuridad y la desesperación hacia la luz y la paz.
Así como los días de Jesús en la tumba estuvieron llenos de la presencia del amor de Dios, también nuestros días ya están llenos de ese mismo amor. Jesús dijo: “El reino de Dios está dentro de ti” (Lucas 17:21, KJV). Para mí, la palabra “reino” implica plenitud de vida y actividad. Nadie es olvidado ni queda fuera del reino de Dios, y llegamos a este reino dentro de nosotros mismos por medio de nuestras oraciones individuales: nuestra comunicación con Dios.
Por supuesto, Jesús no permaneció en la tumba, y nadie está destinado a permanecer solo. Por medio de una confianza cada vez mayor en Dios, el Amor divino, seremos guiados naturalmente hacia nuevas oportunidades y amistades enriquecedoras.
Obviamente, la historia de la Pascua no se enfoca en superar la soledad; se trata de Jesús y su demostración de la supremacía del poder de Dios sobre cada argumento que dice que nuestra vida está separada de Dios, e incluso sobre la muerte misma. Pero me sorprende el hecho de que esta perspectiva de la historia de la Pascua me inspiró y me sanó en un momento en que me sentía particularmente sola. Mi familia había experimentado algunos cambios significativos, y yo me sentía solitaria y temerosa. Sin embargo, comencé a ver esto como un tiempo para conocer mejor a Dios y para conocerme más a mí misma como hija de Dios, la expresión espiritual de Su amor infinito, que ya tenía todo lo que necesitaba para sentirse satisfecha y feliz. No mucho después surgieron nuevas oportunidades para estar más activa, las que incluyeron interacciones divertidas y valiosas con los demás.
Ya sea que estemos orando para salir de la soledad nosotros mismos o para ayudar a eliminar este problema del mundo, la promesa siempre naciente de la Pascua puede resucitar nuestro pensamiento de la oscuridad y la desesperación hacia la luz y la paz. Entonces nuestro tema será sobre la plenitud y la alegría mientras cantamos alabanzas a Dios.