Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

En busca de “un mejor país”

Del número de abril de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 6 de enero de 2020 como original para la Web.


Descubrir el hermoso universo espiritual que Dios creó, y que es nuestro único y verdadero hogar, significa en cierto sentido pasar por la experiencia de un refugiado en la escena humana. Es decir, todos debemos dejar atrás un sentido falible de mero apego nacional, y buscar un hogar más puro y perdurable en Dios.

Esto no quiere decir que debemos abandonar el amor por nuestro país o recoger nuestras cosas y mudarnos a un domicilio en el extranjero. Sin embargo, sí significa que tenemos que buscar y encontrar una lealtad espiritual y profunda hacia un sentido duradero de hogar que está más allá del sentido humano de lo que es una nación.

Ya en el primer libro de la Biblia, Dios comenzó a enseñar a Abram esta lección: "Deja tu patria y a tus parientes y a la familia de tu padre, y vete a la tierra que yo te mostraré” (Génesis 12:1, NTV). Esta búsqueda de un hogar divinamente creado resultó en que dejó literalmente su hogar material en busca de otro lugar; no obstante, este era un símbolo de la transformación espiritual en la que Abram tomaría un nuevo nombre: Abraham.

Isaac, el hijo de Abraham, continuó la búsqueda de este nuevo país, como también lo hizo Jacob, hijo de Isaac. Después de luchar con un sentido mortal de la vida, Jacob tuvo un momento decisivo cuando vio a Dios “cara a cara”. Esa experiencia lo transformó de tal manera, que él también tomó un nuevo nombre: Israel. Y luego de la reconciliación con su hermano, es obvio que la comprensión más elevada que alcanzó Jacob tuvo un efecto importante en cada aspecto de su vida (véase Génesis 32:24-33:11, NTV).

Comprender algo acerca de Dios, el Espíritu, elimina las limitaciones de la estrecha forma de pensar del mundo, caracterizada por la materialidad y el egoísmo. Nos permite comprender en profundidad nuestra unidad eterna con Dios, plantada, no en un lugar físico, sino eternamente en el Amor sin fronteras. Todos debemos pasar por algún tipo de experiencia similar a Abram/Abraham y Jacob/Israel. Es decir, debemos enfrentar la crasa corrupción de un sentido mortal de la existencia y encontrar nuestro hogar en Dios.

Este hogar, este “país” divino, no es un lugar físico definido en términos materiales éticos, geográficos, culturales, lingüísticos o de otro tipo. Es enteramente espiritual, y lo encontraremos, y ayudaremos a otros a encontrarlo, por medio de la demostración del poder transformador de Dios, el Amor divino, en nuestras vidas; por medio de la práctica de cualidades como paciencia, integridad y justicia, cualidades asociadas con un hogar amoroso y un buen país. Este hogar y país espirituales constituyen el reino de los cielos que Cristo Jesús demostró en la magnífica grandiosidad de la curación cristiana, y que Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia divina del Cristo, explicó en detalle de forma práctica.

El Cristo nos guía perpetuamente hacia la comprensión del amor eterno de Dios, nuestro hogar eterno.

Demostrar que el reino de los cielos es nuestro verdadero y único hogar, y el de toda la humanidad, significa pasar por la transformación espiritual que revela la verdadera naturaleza de todos los hijos de Dios como Sus ideas espirituales totalmente formadas. Significa ver en nuestros hermanos y hermanas, y en nosotros mismos, aquí en la tierra, lo que Jacob vio en su hermano: “…he visto tu rostro, como si hubiera visto el rostro de Dios…”. Significa refutar las erradas impresiones que los sentidos materiales constantemente transmiten acerca de la humanidad: que algunas personas, tal vez nosotros mismos, no merecen el amor de Dios, son incapaces de ver o alcanzar el reino celestial, fueron creadas deficientes en cierto grado, y jamás serán abrazadas completamente por Dios.

Ser ciudadano del “país” espiritual de Dios significa reflejar la luz que Él está siempre revelando a la humanidad por medio del Cristo eterno, o la idea verdadera de la filiación de todos con Dios. Este Cristo nos está guiando perpetuamente para que comprendamos el amor eterno de Dios, nuestro hogar eterno.

Esta comprensión del Cristo puede discernirse al aplicarla directamente a los desafíos que presentan las noticias, tal como la privación y anhelo de millones de personas que se encuentran hoy en día como potenciales o verdaderos refugiados. La Sra. Eddy proporcionó una útil perspectiva sobre cómo considerar la experiencia de los refugiados a principios del siglo XX, cuando las personas refugiadas entraban continuamente a los Estados Unidos en busca de un mejor país en el cual trabajar y criar a sus familias. Al hablar de “un lugar mejor, una patria celestial” (Hebreos 11:16, NTV), ella elevó a su público a una perspectiva más elevada del hogar nacional y describió la clase de bienvenida que Dios tiene para todos Sus hijos, así como la labor que cada uno de nosotros puede cumplir al dar esa bienvenida demostrando el amor infinito de Dios: “Nuestro Padre celestial jamás destinó a los mortales que buscan un país mejor, a vagar por las riberas del tiempo como viajeros desilusionados, llevados de un lado a otro por circunstancias adversas, inevitablemente sujetos al pecado, la enfermedad y la muerte. El Amor divino aguarda por la humanidad e intercede para salvarla —y aguarda con autoridad y bienvenida, con gracia y gloria, a los agobiados y cansados del mundo que encuentran el camino al cielo y lo señalan” (Mensaje a La Iglesia Madre para 1902, pág. 11).

Cada uno de los hijos de Dios, cada uno de nosotros, cada refugiado que aparece en las noticias, sin importar en qué país haya nacido o viva, es verdaderamente un reflejo de la infinita belleza e inteligencia del Divino. Como mortales quizás seamos literalmente refugiados, tal vez veamos a otros en dichas circunstancias, o simplemente sintamos la necesidad de tener un mejor sentido de hogar y de nuestro entorno. Cualquiera sea el caso, Dios está allí, mostrándonos una perspectiva más clara de nuestra identidad inmortal y nuestro hogar espiritual presentes, y los de toda la humanidad. Este hogar es la consciencia y la expresión de las maravillosas cualidades espirituales que reflejamos de Dios: ternura, discernimiento y sabiduría que son el derecho espiritual inherente a todos. Poner en práctica las cualidades de Dios en nuestra vida e interacciones diarias con los demás nos da el fundamento para reclamar, para todos los que nos rodean, un hogar celestial, permanente, en el amor eterno de Dios 

A veces, puede ser natural que una persona o familia quiera cambiar sus circunstancias y mudarse a otro país. El amor de Dios no disminuye ni un ápice para aquellos que buscan un país mejor, ¡y somos apoyados mucho más aún en nuestras travesías en dirección al Espíritu! Jeremías escribe con ternura acerca del regreso de los hijos de Israel a Sión: “He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz juntamente; en gran compañía volverán acá. Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán” (Jeremías 31:8, 9).

Cada uno de nosotros, es amado por Dios, está incluido en Su familia infinita, y cada uno es una idea perfecta del Amor divino e infinito.

Mientras escribo, estoy sentado en el vestíbulo de un hotel en el sur de España, y a mi alrededor la gente no solo habla español, sino también francés, inglés, noruego y árabe. Están vestidos en una variedad de formas, algunos cubiertos de la cabeza a los pies, otros más expuestos (¡hace calor!). En el fondo, las noticias en la televisión describen los intentos de los rescatadores para salvar a los refugiados que cruzan el mar Mediterráneo para alejarse de las desesperadas condiciones de vida en otros países. No sé los desafíos específicos que han enfrentado en su vida la gente que me rodea, pero sí sé que cada uno de ellos, cada uno de nosotros, es amado por Dios, está incluido en Su familia infinita, y cada uno es una idea perfecta del Amor divino e infinito.

 Hay una historia maravillosa que acostumbraba a leerle a mi hija cuando era pequeña. Se llama Harold y el lápiz color morado escrita por Crockett Johnson, y cuenta acerca de un niñito que busca su hogar. Después de buscar mucho, se da cuenta de que el hogar estaba con él todo el tiempo. Era el lugar donde la luna brillaba a través de la ventana de su cuarto por la noche, y lo único que tenía que hacer era dibujar la cortina y la luna con su lápiz morado.

Dondequiera que vivamos, y dondequiera que la humanidad anhele estar, el hogar está donde Dios resplandece.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / abril de 2020

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.