Hace un par de años, de vez en cuando notaba que cuando doblaba la mano hacia adelante, sobresalía una protuberancia, tal vez un hueso, debajo de la piel. No sabía por qué se veía así, pero como no me dolía, siempre me olvidaba de ella, y pasaba cierto tiempo hasta que volvía a verla.
Entonces una mañana, a principios de octubre de ese año, la volví a notar, pero ahora parecía más acentuada. Recuerdo que al verla pensé que, si alguien la veía, se impresionaría mucho. Era una imagen tan gráfica, que al principio pensé: “¿Cómo voy a librarme de esta?”.
Como hacía un tiempo que me sentía muy abrumada, y ahora también pensaba que no podría resolver este problema de mi mano espiritualmente, ni siquiera lo intenté. En cambio, me apoyé en una idea que me vino. Era parte de la respuesta a la pregunta “¿Qué es el hombre?” en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. … El hombre es la idea, la imagen, del Amor; no es el físico” (pág. 475).
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