Hace un par de años, de vez en cuando notaba que cuando doblaba la mano hacia adelante, sobresalía una protuberancia, tal vez un hueso, debajo de la piel. No sabía por qué se veía así, pero como no me dolía, siempre me olvidaba de ella, y pasaba cierto tiempo hasta que volvía a verla.
Entonces una mañana, a principios de octubre de ese año, la volví a notar, pero ahora parecía más acentuada. Recuerdo que al verla pensé que, si alguien la veía, se impresionaría mucho. Era una imagen tan gráfica, que al principio pensé: “¿Cómo voy a librarme de esta?”.
Como hacía un tiempo que me sentía muy abrumada, y ahora también pensaba que no podría resolver este problema de mi mano espiritualmente, ni siquiera lo intenté. En cambio, me apoyé en una idea que me vino. Era parte de la respuesta a la pregunta “¿Qué es el hombre?” en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. … El hombre es la idea, la imagen, del Amor; no es el físico” (pág. 475).
Pensé que era muy extraño considerar que mi ser, mi identidad, pudiera estar compuesta de la sustancia de un hueso material. Últimamente, también había estado procurando ver a la gente no como seres físicos, sino como reflejos espirituales de Dios. En otras palabras, me había estado esforzando por ver que Dios es el único creador, y se expresa a Sí Mismo a través de cada uno de nosotros, individual y colectivamente. Como el sol y sus rayos: son todos uno.
Aquella mañana, acababa de abrir la página del Daily Lift (Pensamiento de hoy) en el sitio christianscience.com para escuchar la transmisión de ese día. Noté que había un enlace a un webinar (seminario en línea) del Daily LIft. Como estaba por comenzar una tarea de rutina, decidí escuchar el webinar mientras trabajaba. Al escuchar, recuerdo que me sentí muy conmovida por la dedicación de los presentadores al planear este programa y al trabajar para La Iglesia Madre en Boston. Luego pensé en todas las otras personas de Boston y alrededor del mundo que trabajan para la Causa de la Ciencia Cristiana o que estudian la Ciencia Cristiana. Me sentí muy agradecida de saber que todas estas personas aman la Ciencia Cristiana y comprenden que es la verdad de la existencia y que sana. Después continué con mis actividades del día.
Aquella noche, mientras lavaba los platos, de pronto noté que cuando mi mano estaba doblada hacia adelante se veía normal. La protuberancia grande ya no estaba allí. Me sorprendió mucho. Continué revisando mi mano durante la noche, hasta que me dije a mí misma que como no estoy hecha de materia, no debía preocuparme por la apariencia material, ya sea que la imagen fuera buena o mala. Simplemente necesitaba saber que el problema jamás había tenido ninguna sustancia o realidad. Solo el reflejo perfecto, la imagen del Amor, había sido verdad todo ese tiempo. Como afirma Ciencia y Salud: “El hombre es, y eternamente ha sido, el reflejo de Dios” (pág. 471). Mi mano ha estado normal desde entonces. Estoy agradecida por estar aprendiendo que la curación en la Ciencia Cristiana no consiste en arreglar la materia, sino en que la Verdad salga a la luz en la consciencia humana, lo que tiene como resultado una condición física armoniosa.
Pocas semanas después, me sorprendió recibir un regalo especial en el correo. Era un llavero con control remoto en forma de mano con un corazón en el centro. Los amigos que me lo enviaron no sabían nada de la protuberancia o de la curación de mi mano. La sincronización de la curación y el regalo fue maravillosa. Para mí ese llavero es un recordatorio del amoroso cuidado de Dios por todos.
Es reconfortante ver que incluso cuando un problema parece demasiado grande, no obstante, podemos encontrar descanso y curación en el amor bondadoso de Dios.
Catherine Maria Woolf
Berkeley, California, EE.UU.