Durante muchos años formé parte de un equipo que manejaba la cartera de inversiones de una gran institución. Cada día se nos presentaban muchas oportunidades de negociar valores. Cuando pensábamos que un valor en particular beneficiaría nuestra cartera, lo comprábamos; invertíamos en él. Cuando teníamos un valor que ya no parecía ser beneficioso, lo vendíamos; retirábamos lo invertido. La sugerencia de comprar o vender a veces venía de los corredores de Wall Street, y otras de nuestro personal interno de analistas de valores, administradores de carteras e inversores. Revisábamos continuamente lo que recibíamos, o vendíamos, de nuestra cartera.
De forma similar, todos nosotros tomamos decisiones durante el día acerca de los pensamientos que se nos presentan. Podemos aceptar estos pensamientos en nuestra consciencia o negarles un lugar. Los pensamientos a los que nos aferramos —nuestra cartera mental— tienen un marcado efecto en nuestras vidas, incluso en nuestro bienestar físico. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, lo explicó de la siguiente manera: “Sé el portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que deseas que se realicen en resultados corporales, te controlarás armoniosamente a ti mismo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 392).
Entre las definiciones de invertir se encuentra destinar capital para algo y “dedicarle tiempo, esfuerzo y energía”. Nuestro equipo de inversiones jamás compraba un valor que esperábamos tuviera un efecto negativo en el rendimiento de nuestra cartera. De igual manera, ninguno de nosotros debería aceptar jamás en nuestra consciencia ningún pensamiento que pudiera producir efectos no deseados.
Entonces, ¿qué queremos tener en nuestra cartera mental? Pensamientos que nos alineen con nuestro Padre-Madre Dios. Pensamientos de amor hacia nuestros semejantes. Pensamientos que reconozcan que la naturaleza básica del hombre es espiritual, creada a imagen y semejanza de Dios. Pensamientos humildes que reconozcan que Dios es la única fuente del bien y de capacidades, provisión y pensamientos buenos y productivos. Como afirma la declaración de la Sra. Eddy que mencioné antes, mantener firmemente las ideas de Dios en el pensamiento como la única realidad trae armonía a nuestra experiencia humana. El amor, la espiritualidad y la humildad tienen su origen en Dios, y la comprensión de nuestra relación inseparable con Él produce la curación.
El gran amor de Dios está siempre presente en nuestra vida.
Cuando nuestro equipo necesitaba tomar decisiones para invertir, realizábamos extensas investigaciones sobre los fundamentos de cada valor, tomábamos nota de las condiciones vigentes del mercado y usábamos la experiencia en inversiones que habíamos acumulado. De esta manera, estábamos bien preparados para evaluar nuestras oportunidades y tomar decisiones correctas. He hallado que el estudio de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy, sumado a la sabiduría obtenida a través de la experiencia, brinda un fundamento sólido para evaluar los pensamientos que nos vienen; para discernir cuáles se originan en Dios, el bien, y cuáles surgen de un sentido material o mortal de la existencia.
Refiriéndose a la parábola de Jesús del mayordomo injusto (véase Lucas 16:1–8), la Sra. Eddy escribe:“ ‘Los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de la luz’; observan los precios del mercado, se familiarizan con la etiqueta de la Bolsa, y están listos para dar el paso siguiente. ¡Cuánto más fieles debiéramos ser sobre las pocas cosas del Espíritu que pueden hacernos sabios para la salvación!” (Escritos Misceláneos 1883–1896, págs. 342–343). Pienso que este pasaje afirma que cuando nos hemos tomado el tiempo para preparar el pensamiento —para aceptar solo aquellos que vienen de Dios— estamos en posición, no solo de comprender mejor la situación que enfrentamos, cualquiera sea, sino también para dejar que Dios gobierne con precisión nuestras acciones.
Las sugestiones mentales a las que tenemos que negar entrada en nuestro pensamiento pueden presentarse de muchas formas, pero todas ellas se originan en la creencia errónea de que podemos estar separados de la capacidad omnipotente de Dios para amarnos, protegernos y dirigirnos. La creencia de que podemos encontrarnos de alguna manera fuera del reino de Dios puede infundirnos temor a fracasar en nuestros empeños en el estudio, el trabajo o en nuestra vida personal. O temor a que la edad inevitablemente nos hará decaer, sentirnos menos útiles y debilitar nuestra vitalidad. O la convicción de que la enfermedad y el pecado son demasiado poderosos como para vencerlos, y que los problemas del mundo son demasiado abrumadores como para resolverlos.
Puede parecer que estas imágenes mentales negativas están tratando de entrar por la fuerza en nuestra cartera mental, o consciencia. Sin embargo, tenemos el derecho y la capacidad soberana de rechazar esos pensamientos e impedir que se afiancen o siquiera entren en nuestro pensamiento. Esta capacidad no emana del poder de la voluntad humana, sino de Dios, la Mente divina, que actúa en nosotros. Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, que se derivan de la Biblia, afirman la verdadera naturaleza espiritual del hombre como hijo de Dios. Es esta relación misma con Dios la que nos da la capacidad para estar siempre conscientes de Su comunicación con nosotros. Ejercemos nuestro dominio sobre las desalentadoras sugestiones mentales en nuestra consciencia invirtiendo en lo que es verdad acerca del hombre: que su naturaleza es espiritual, no material, y que el gran amor de Dios está siempre presente en nuestras vidas.
Cuando nuestro equipo trabajaba para construir una cartera diversificada de muchos valores que proporcionaran un rendimiento positivo y seguro a nuestra inversión, examinábamos constantemente nuestra cartera, y vendíamos rápidamente todo aquello que ya no se ajustara a nuestros objetivos. Al mantener nuestra cartera mental, queremos asegurarnos de que cada pensamiento esté alineado con la bondad de Dios y contribuya de ese modo a nuestro éxito y bienestar. Mediante este proceso de mantenimiento, tal vez descubramos que necesitamos eliminar o librarnos de ciertos pensamientos que ya están en nuestra consciencia. La Sra. Eddy dice: “Despojar el pensamiento de confianzas equivocadas y evidencias materiales a fin de que las verdades espirituales del ser puedan aparecer, este es el gran logro mediante el cual eliminaremos lo falso y daremos lugar a lo verdadero” (Ciencia y Salud, pág. 428).
Cada uno de nosotros tiene la capacidad que Dios nos ha dado y la obligación de manejar con eficacia los pensamientos y conceptos que conforman nuestra consciencia. Dios está hablándonos constantemente de Su amor e inteligencia omnipotentes. Podemos mantener en el pensamiento solo aquellos conceptos que nos alinean con Su bondad, con la salud, el éxito y la alegría. Esa es una cartera mental perfecta.