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EDITORIAL

Agradecida de conocer a Dios

Del número de noviembre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Por qué estás agradecido? Es posible que estés agradecido por muchas cosas, por todas las evidencias de bien en tu vida, desde las amistades y la familia hasta el hogar, la salud y la libertad. Para aquellos con creencias religiosas, es fácil conectar el bien con Dios como la fuente de toda bondad y sentirse agradecido a Dios. Pero ¿estamos realmente agradecidos por Dios?

Todo esto plantea la cuestión de conocer a Dios, algo que va en contra de la percepción común de que Dios es, o bien un misterio, inherentemente incognoscible, o tan de otro mundo, tan fuera de la vida cotidiana, que no podríamos entenderlo. Sin embargo, la Biblia, más que cualquier otra compilación, ha captado no solo la búsqueda de comprender a Dios, sino también lo que se ha aprendido y demostrado de la conexión de la humanidad con Él. De hecho, las Escrituras animan a todos: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:14, 15).

Podemos confiar en Cristo Jesús porque nadie conocía mejor a Dios, ni Lo amaba más. De hecho, las obras sanadoras de Jesús reprenden hasta el día de hoy la suposición de una Deidad incomprensible o lejana.

A lo largo de su ministerio, Jesús reveló una imagen del Rey de reyes radicalmente diferente de la de un Gobernante enérgico. Para Jesús, Él era absolutamente santo, y no era distante, sino profundamente conocido y valorado. Tan bueno y sabio, tierno y cercano, justo y recto era Dios para Jesús, que el Maestro lo llamó Padre. Y de sí mismo dijo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19).

Este hombre ideal, Cristo Jesús, reflejó a Dios, el Espíritu todopoderoso, infinitamente amoroso y omnipresente, a través del espectro de pensamiento, palabra y obra. Y durante su corto ministerio, se produjeron tantas curaciones que un autor del Nuevo Testamento escribió que el mundo simplemente no podría contener todos los libros necesarios para hablar de ellas. Pero al final, no se trataba tanto de Jesús como de Dios. La inquebrantable convicción de Jesús de que su Dios pertenecía a todos —y que cada uno de ellos era una hija o un hijo para su Padre celestial— venía acompañada de la certeza de que lo que él hacía, otros podían emular. “El que en mí cree”, anunció, “las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, … para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14:12, 13).

El descubrimiento de la Ciencia Cristiana que hizo Mary Baker Eddy en el siglo XIX puso en evidencia las enseñanzas prácticas de Jesús, al explicar la Ciencia del conocimiento de Dios para las generaciones que leerían y estudiarían su libro de texto. Como escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Esta Ciencia enseña al hombre que Dios es la única Vida, y que esta Vida es la Verdad y el Amor; que Dios ha de ser comprendido, adorado y demostrado; que la Verdad divina echa fuera el supuesto error y sana a los enfermos” (págs. 471-472). Ella demostró mediante sus propias curaciones que la idea de Dios como el bien mismo no era una teoría religiosa en la que creer, sino una comprensión científicamente espiritual que habría de ser demostrada en la vida diaria. Cuán agradecidos podemos estar de que la bondad de Dios no sea algo que está destinado para algunos y no para otros, o que solo algunos  puedan comprender. La bondad de Dios es la sustancia real de nuestras vidas, la ley de nuestra existencia.

Comprender esta verdad no solo nos bendice, sino que nos permite a nosotros mismos convertirnos en sanadores, ser testigos de los efectos de saber que Dios es bueno para nuestro prójimo y mucho más. Como explicó la Sra. Eddy en su sermón La idea que los hombres tienen acerca de Dios: “... cuando comprendemos a Dios correctamente, Le amamos, porque vemos que Él es del todo amable. Es así que un ideal más espiritual y más acertado acerca de la Deidad mejora la raza humana, física y espiritualmente. Para el Científico Cristiano, Dios ya no es un misterio, sino un Principio divino, comprendido en parte, porque ve que las sublimes realidades de la Vida y de la Verdad destruyen el pecado, la enfermedad y la muerte; …” (pág. 6).

¿Debería sorprendernos nuestra necesidad de conocer a Dios? En todas las disciplinas, la clave del progreso es siempre una mayor comprensión. En objetos de estudio tan diversos como la naturaleza y el deporte, la construcción y la música las nuevas percepciones abren horizontes, aportan una comprensión más profunda y permiten a los individuos superar limitaciones y alcanzar nuevas alturas.

Uno de los mejores ejemplos de la forma en que la comprensión de Dios transforma vidas se encuentra en la historia bíblica de Pablo, anteriormente llamado Saulo. Se le atribuye haber dicho a los atenienses que su tenue concepto de Dios necesitaba  mejorar; les dijo: “Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio” (Hechos 17:23). Podía decir esto con autoridad, porque él mismo —en un destello literalmente cegador del Divino que dejó de lado los rituales, reglas y  ceremonias de los que parecía estar tan convencido— había comenzado a conocer realmente a Dios. Y no solo su vida fue reformada —de secuaz a sanador— sino que multitudes de otros también fueron restaurados y redimidos. (Obtendrás una vislumbre del afecto puro que se apoderó del corazón de Pablo, a medida que conocía cada vez más a Dios, si lees Primera a los Corintios 13.)

Pablo vino a aprender lo que nosotros también podemos conocer: Es la comprensión espiritualmente científica de Dios y nuestra íntima relación con Él, el Padre-Madre de todos nosotros, que produce un buen cambio en todo, desde nuestro carácter hasta nuestras comunidades.

Al orar desde esta base, los miembros de nuestra iglesia filial vieron un cambio en todo un sistema de bibliotecas públicas que inicialmente había rechazado nuestra solicitud de realizar una conferencia de la Ciencia Cristiana en una biblioteca del vecindario, porque se asumió erróneamente que estaríamos haciendo proselitismo. En el transcurso de un año —y sin comunicaciones intermedias— la junta directiva de la biblioteca cambió su política de larga data para permitir que no solo la Ciencia Cristiana, sino todas las tradiciones religiosas tuvieran charlas informativas gratuitas en cualquiera de sus numerosas sucursales.

Comprender a nuestro Padre-Madre Dios nos lleva de la gratitud que reconoce las evidencias de Su bondad directamente a la esencia de esa bondad, porque logramos conocer y amar a Dios. Y ese es el lugar donde encontramos una curación más segura, un progreso más firme y una salvación más certera para nosotros mismos y para la familia humana. En una temporada de acción de gracias, nada podría ser más digno de nuestra gratitud que el hecho de que podamos conocer a Dios.

Ethel A. Baker

Redactora en Jefe 

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