Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Cuidemos de nuestras riquezas

Del número de noviembre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 15 de agosto de 2024 como original para la Web.


Para muchas personas tener riqueza significa seguridad. Pero como señala la Biblia: “Las riquezas desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, porque les saldrán alas y se irán volando como las águilas” (Proverbios 23:5, NTV). 

¿Podemos proteger nuestras riquezas para que no se vayan volando? ¡Sí! Pero primero debemos entender qué son realmente. 

 Cristo Jesús enseñó que las riquezas permanentes no son cosas materiales. Él dijo: “Acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban” (Mateo 6:20, LBLA). 

Los tesoros celestiales tienen la sustancia del Espíritu; estos tesoros son cualidades morales y espirituales, como la bondad, la amabilidad, la fe, la paciencia, la sabiduría, el dominio propio y el amor. Estas no pueden descomponerse ni ser robadas. 

Como hijos de Dios, creados por Él a Su propia semejanza, incluimos por reflejo las cualidades o riquezas del Espíritu. Pero no podemos ver a Dios ni a Su creación a través de los sentidos materiales; necesitamos al Cristo, la idea espiritual, para percibir la presencia y la sustancia del bien espiritual ilimitado. A través de la comprensión que la Ciencia Cristiana aporta a la humanidad, acumulamos los tesoros del cielo para nuestro uso. 

Al vivir las cualidades morales y espirituales, invertimos en ellas y descubrimos que pagan dividendos continuos. Nuestro crecimiento espiritual y nuestra prosperidad serán vistos externamente como necesidades humanas que son satisfechas. Jesús demostró esto al alimentar a la multitud con unos pocos panes y peces y encontrando la moneda necesaria en la boca de un pez.

Es importante que discernamos entre las verdaderas riquezas y las falsas riquezas. El mundo nos tienta a creer que la seguridad reside en el dinero, las acciones y los bienes raíces, y la felicidad en los placeres sensuales. Pero todo lo que es material o sensual está sujeto a la decadencia y a la pérdida. 

Los tesoros espirituales no pueden ser corrompidos. No obstante, necesitamos proteger nuestra comprensión y demostración de ellos de lo que sea que pueda llevárselos. Necesitamos dejar que el Cristo, la Verdad divina, nos eleve por encima de la ignorancia, la extravagancia, la autoindulgencia, la ira, el orgullo y el amor por el placer material.

El Manual de la Iglesia de la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, nos enseña cómo proteger nuestra riqueza financiera. En el Artículo XXIV, “Custodia de los fondos de la Iglesia”, declara: “Dios exige que la sabiduría, la economía y el amor fraternal caractericen todos los actos de los miembros de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico” (pág. 77). 

Dios requiere sabiduría 

Por supuesto, es sabio educarnos sobre las finanzas, el crédito, las deudas, los presupuestos, las inversiones y cosas por el estilo, así como hay valor en aprender a usar una computadora, dominar las herramientas de nuestra profesión y cuidar de un hogar o un negocio. Pero la sabiduría, los caminos y los medios humanos no pueden protegernos de la deshonestidad o el fraude, ni del materialismo agresivo que nos tienta a agotar nuestros recursos mediante inversiones imprudentes o gastos irracionales. Necesitamos la sabiduría que Dios da. Seamos lo suficientemente humildes como para pedirle a Dios la guía que necesitamos para negociar con seguridad nuestros asuntos diarios. Y si cometemos un error, Dios está aquí para ayudarnos a conocer el camino correcto y seguir adelante. 

Hace algunos años, vi un anuncio de bonos de alto interés en un banco de ahorros y préstamos local. Creyendo que las cajas de ahorros eran seguras, seguí adelante y compré dos bonos sin recurrir a Dios en busca de dirección, ni siquiera investigar o pedir consejo calificado. Resultó que la empresa propietaria del banco se aprovechó de las regulaciones laxas para cometer un fraude. Junto con miles de otras personas, terminé con bonos casi sin valor. El Director General terminó en prisión. 

Después de esta experiencia, me volví a Dios y oré para tener más sabiduría al invertir y un mejor sentido de provisión. A través de lo que estaba aprendiendo en la Ciencia Cristiana, comprendí que nunca podía perder el bien, porque Dios, la fuente de todo el bien, bendice a Su creación sin interrupción. La Biblia declara: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).

El bien que Dios da es espiritual y nunca se puede perder ni robar. Las malas decisiones y el comportamiento criminal son parte del sueño de la vida, la inteligencia y la sustancia materiales, de las que podemos despertar. El Cristo, la verdadera idea de Dios, nos despierta al hecho espiritual de la provisión de Dios y a nuestra perfección como Sus hijos. 

Durante el siguiente año o dos, continué volviéndome a Dios. A medida que escuchaba y avanzaba, la inspiración propia del Cristo llenó suavemente el vacío en mi comprensión de la provisión hasta que percibí más claramente que Dios, el Espíritu, lo da todo y que yo tenía todo lo que Dios da. Todo estaba bien, tanto emocional como económicamente.

Dios requiere economía

La economía es el uso racional de los recursos. Uno de los principales beneficios de cumplir con el requisito de Dios para la economía es que significa demostrar dominio propio, uno de los frutos del Espíritu. El ejercer un autogobierno adecuado nos protege de los impulsos terrenales de la voluntad y gratificación propias. Incluye bondad, templanza o moderación y altruismo. Al subyugar los sentidos materiales y la voluntad mortal, somos liberados para reconocer y expresar nuestra verdadera individualidad como hijos e hijas de Dios, el Espíritu infinito. 

La economía es también una expresión de amor hacia los demás. Negarnos a excedernos nos libera de la codicia y vuelve nuestro pensamiento hacia el prójimo. 

Dios requiere amor fraternal 

Ser sabios y económicos, amar a los demás en obediencia a la dirección de Dios no nos agota. Es la generosidad la que custodia y aumenta nuestra seguridad y bienestar, en todos los sentidos. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, la Sra. Eddy declara: “Dar no nos empobrece en el servicio de nuestro Hacedor, ni retener nos enriquece” (pág. 79). 

 Nuestras ofrendas deben estar gobernadas tanto por la sabiduría como por la economía para que sean verdaderamente fructíferas y beneficiosas. Esto es lo que la Sra. Eddy defendía. “El dar meramente accediendo a solicitudes o peticiones de extraños, es incurrir en el riesgo de obrar en direcciones equivocadas. …

“‘El amor es sufrido, es benigno’, pero la sabiduría debe gobernar a la caridad, de otro modo la labor del amor se pierde y el dar no es benigno” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 231).

Cuando entré en la práctica de la Ciencia Cristiana a tiempo completo, me esforcé por ser sabia y económica en la forma en que gastaba mi dinero. Un año, una organización que amaba me pidió una gran donación para un proyecto especial. Mi amor me impulsó a dar a pesar de que no lo había presupuestado. Le pedí a Dios la sabiduría para saber si debía hacerlo y cuánto debía contribuir. Mientras oraba, me vino a la mente una cantidad. Confiaba en que Dios supliría lo que me sentía guiada a dar, y envié el cheque. Al final del año, descubrí que mis ingresos habían aumentado para cubrir todos mis gastos más este regalo adicional. 

Si bien la filantropía puede incluir dar tiempo y dinero al servicio de Dios y del hombre, es ante todo la expresión de amor, alegría, paz, bondad, esperanza, fe, dominio propio, es decir, el fruto del Espíritu. La Sra. Eddy escribió: “La bondad y la filantropía comienzan con el trabajo y nunca dejan de trabajar. Lo único digno de tenerse en cuenta es lo que hacemos, y lo mejor de todo no es demasiado bueno, sino que es economía y riquezas” (Miscelánea, pág. 203). 

En la Ciencia Cristiana, tenemos el requisito de Dios de tener sabiduría, economía y amor fraternal para proteger y hacer crecer nuestras riquezas —nuestros recursos espirituales o tesoros en el cielo— no solo para que no tomen alas y se vayan volando, sino para que nosotros, La Iglesia de Cristo, Científico, y toda la humanidad podamos prosperar y progresar hacia el Espíritu.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 2024

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.