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Original Web

Gracias, Jeremías

Del número de noviembre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 26 de octubre de 2023 como original para la Web.


Si Jeremías (el profeta bíblico) estuviera aquí hoy, le enviaría un correo electrónico para agradecerle por compartir con nosotros una preciosa oración: “Sáname, oh Señor, y seré sanado; sálvame y seré salvo, porque tú eres mi alabanza” (Jeremías 17:14, LBLA). Atribuyo una rápida curación que tuve a las importantes lecciones que esta oración me enseñó cuando yo también me volví a Dios para sanar (véase “Trusting God’s faithfulness,” Sentinel, September 13, 2010). 

Cualquiera que estudie la Ciencia Cristiana aprende con rapidez que Dios   verdaderamente puede sanar. Dios es todopoderoso y omnipresente, y Su amor es constante, invariable, irresistible. Dios es la fuente y proveedor de todo el bien. Así que es natural recurrir a Él en busca de salud tan ciertamente como es recurrir a Él en busca de felicidad, consuelo y fortaleza; de hecho, para todo. 

Las palabras de la oración de Jeremías pueden sonar como una petición, cuando sentimos que lo que realmente necesitamos son poderosas declaraciones de la Verdad. Y la petición puede parecer como una súplica. Pero si consideramos profundamente la oración de Jeremías, vemos que no es suplicar en absoluto, sino una oración llena de expectativa y convicción. En ella no hay nada acerca de cuán urgente  o difícil es la necesidad de Jeremías, por qué sucedió o lo que Dios debe hacer por él. Con todo su corazón, Jeremías se vuelve a su Dios con el amor más puro y confía en que Él es Dios, el Espíritu: omnipresente, todopoderoso y del todo bueno.

Finalmente, en las últimas cinco palabras de la oración, “porque tú eres mi alabanza”, veo que todo el pensamiento del profeta está en Dios: en Su constante presencia, actualidad, totalidad, unicidad y bondad. Jeremías debe de haber vislumbrado claramente que el Espíritu, Dios, es el único creador, causa y condición de la existencia. Por lo tanto, a pesar de lo que afirman los sentidos físicos, todo lo que es creado tiene que ser y es tan espiritual y perfecto como el Espíritu. Y es el sentido espiritual del hombre, nuestra “capacidad consciente y constante de comprender a Dios” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 209), lo que nos muestra esto. 

Simplemente alabar a Dios es formidable. Es una consciencia espiritualizada, completamente llena del pensamiento de Dios. Es morar en “el lugar secreto del Altísimo”, como David lo describió en el amado Salmo noventa y uno (versículo 1, KJV). Cuando recurro a este salmo, me describe la seguridad y certeza que los pensamientos de Dios —o ángeles— brindan a Sus hijos (todos nosotros). Jeremías se refiere a ellos como “pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11). 

Los últimos tres versículos del salmo lo resumen todo. En uno de ellos, Dios dice: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre” (Salmos 91:14). Veo esos “por cuanto” como descripciones perfectas de lo que hizo Jeremías. Él solo se volvía a Dios, conocía Su naturaleza, y confiaba en Su amor.

A medida que vamos comprendiendo todo esto, nuestra consciencia cobra vida con lo que sabemos de Dios como se revela en la Biblia y en Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana. Entonces, como Jeremías, no nos apartaremos de esta certeza de la grandeza de nuestro Dios —omnipresente, todopoderosa y tan preciosa— hasta que nos demos cuenta de que no hay nada que sanar. En esos momentos, la supremacía y suficiencia de Dios nos parecen seguras. Nos sentimos abrazados por la Verdad divina y sanamos.

Entonces, ¿qué lecciones enseña la oración de Jeremías? Lo que he aprendido de ella es que necesitamos ir directa y completamente a Dios y mantener nuestro pensamiento en Él en lugar de comenzar con un problema y luego arrojarle verdades como dardos a una diana. Y eso significa volverse a Él incondicionalmente; es decir, con todo nuestro ser, todo nuestro corazón y cada uno de nuestros pensamientos.. 

En Pulpit and Press, la Sra. Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe: “Simplemente tienes que preservar un sentido científico y positivo de unidad con tu fuente divina, y demostrarlo a diario” (p. 4). Creo que eso es precisamente lo que hizo Jeremías, y lo que su oración puede inspirarnos a hacer también, una y otra vez.

¡Gracias, Jeremías!

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