Estaba sentada en un servicio dominical en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, cuando uno de los Lectores leyó un anuncio sobre la Escuela Dominical. Él dijo: “Recibimos con agrado a los jóvenes a nuestra Escuela Dominical”.
Pensé: “¿Lo hacemos? ¿Lo hago yo?” Hacía varios años que no teníamos ningún estudiante regular en nuestra Escuela Dominical. En ese momento, decidí conscientemente dar la bienvenida a cualquiera de los hijos de Dios a nuestra Escuela Dominical. Los incluí con un abrazo mental y sentí que el amor de Dios nos abrazaba a mí y a todos los estudiantes potenciales. Sabía por experiencia propia como estudiante y como maestra, que era una experiencia valiosa.
Menos de un minuto después, un ujier me tocó el hombro y me dijo que había un niño que quería asistir a la Escuela Dominical. ¡Uau! Durante la clase hablamos sobre la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana de esa semana, que contaba la historia de que Jesús amaba a los niños. Le pregunté al estudiante por qué pensaba que Jesús los amaba. Dijo que había visto un documental sobre la construcción de uno de los monumentos en Washington, DC. Al escribir una palabra en el mármol, alguien cometió un error de ortografía. Lo habían cincelado y era muy difícil de corregir. Dijo que pensaba que los niños eran como el mármol liso antes de haber sido cincelado.
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