Un domingo me dirigía a la iglesia. Como era temprano, decidí parar en una gasolinera para llenar el tanque. Así lo hice, pagué y, al arrancar el auto, me sorprendió ver que el indicador de combustible mostraba un tanque vacío. ¿Cómo era posible? Era evidente que el tablero de mi coche no estaba correcto. Acababa de llenar el tanque, pero la pantalla mostraba exactamente lo contrario. Como estaba seguro de la realidad de los hechos, no tuve reparo en continuar mi camino.
Trazando un paralelismo con esta experiencia, podríamos preguntarnos: ¿Podemos confiar siempre en lo que vemos? ¿Cuál es la realidad que fundamenta los hechos observables? Un medidor de combustible es una invención humana que a veces puede fallar, mientras que el conocimiento y la sabiduría que Dios otorga es inmutable, completa, siempre correcta, porque Dios es Espíritu y es eterno. Entonces, ¿en cuál debemos confiar? ¿En los sentidos físicos o en nuestro sentido espiritual innato, la inspiración divina?
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribió los artículos de fe de esta Ciencia en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. El primero habla de la Biblia: “Como quienes se adhieren a la Verdad, tomamos la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente hacia la Vida eterna” (pág. 497). Pero ¿cuál sería esa Palabra inspirada? Es la Palabra en su sentido espiritual, el mensaje divino de las Escrituras, impartiendo la inspiración que sana. Es la comprensión espiritual de lo que nos enseñaron Jesús y sus discípulos, los profetas, todos los que comprendieron las verdades acerca de Dios y Su creación y pudieron probar la realidad de Dios aquí y ahora.
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