Las Escrituras abundan en los relatos del ministerio sanador de los ángeles de Dios. Y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, define a los ángeles como “Pensamientos de Dios que pasan al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, la pureza y la inmortalidad, contrarrestando todo mal, toda sensualidad y mortalidad” (pág. 581). Los mensajes angelicales me han bendecido y ayudado muchas veces en mi vida.
Una experiencia que implicó escuchar a los ángeles de Dios ocurrió cuando yo tenía cuatro años; a través de las oraciones de mis padres y las acciones resultantes, pudieron encontrarme después de que me había alejado del campamento de nuestra familia. (Véase un artículo de mi madre, Rosalind Henninger, titulado “Angels for Allies” del Christian Science Sentinel, January 27, 1968). Más recientemente, cuando me encontré luchando con un dilema, un mensaje angelical de Dios vino en mi ayuda.
Hace varios años, fui recontratado por el sanatorio de enfermería de la Ciencia Cristiana donde había realizado todo mi entrenamiento como enfermero de la Ciencia Cristiana. Me nombraron archivista del sanatorio, y mi nueva función incluía digitalizar más de cien años de documentos almacenados en una gran sala de archivo al otro lado del pasillo de mi oficina.
Unas semanas antes de cada reunión del consejo, la presidenta del sanatorio me pedía que localizara ciertos documentos de archivo que quería compartir con los fideicomisarios. La presidenta siempre me daba suficiente información, así que, a pesar de que no estaba familiarizado con el contenido de la sala de archivo, siempre podía localizar el documento, digitalizarlo y enviárselo por correo electrónico.
No obstante, en una ocasión, me pidió que encontrara una preciada carta de cincuenta años de antigüedad. La carta había estado perdida durante años, y aunque me dieron una idea de su contenido, no estábamos seguros de la fecha. También me pidió que encontrara la respuesta del expresidente y un memorándum que había escrito al personal sobre la carta.
Investigué un poco llamando al antiguo archivista, pero no pudimos encontrar una solución. Así que inmediatamente llamé a la presidenta, con la esperanza de que tuviera tiempo suficiente para pensar en algo más para compartir con los fideicomisarios.
En el momento en que colgué el teléfono, uno de los pensamientos de Dios —un mensaje angelical— me vino vívidamente. No es fácil describir lo que sucedió después, pero me llenó de asombro. Esta intuición espiritual de Dios contrarrestó el temor, llenándome de un solo deseo: ser obediente. Me sentí impulsado a ir a la sala de archivo, donde me senté frente a una estantería. Luego tomé una carpeta. Cuando la abrí, el índice incluía la carta que necesitábamos, la respuesta y el memorándum al personal. Además, los lugares precisos en la carpeta estaban marcados claramente con notas adhesivas rosas. Toda la experiencia sucedió tan rápido que pude escanear la carta, la respuesta y el memorándum al personal y adjuntarlos a un correo electrónico para la presidenta en cuestión de minutos.
Después de recibir mi correo electrónico, la presidenta me llamó, ansiosa por saber cómo había encontrado todo tan rápido. Le conté exactamente cómo me había venido un mensaje angelical y cómo había sido guiado hacia los documentos. Con lágrimas de gratitud corriendo por mi rostro, le conté sobre las notas adhesivas rosas, diciendo: “¡Es como si alguien se hubiera asegurado de que las encontraríamos!”. La presidenta respondió, entre lágrimas: “¡El Amor divino lo hizo!”.
Valoro esta experiencia como un ejemplo de la promesa de Dios: “He aquí, yo enviaré un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te traiga al lugar que yo he preparado” (Éxodo 23:20 LBLA).