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¿Símbolos o Ciencia?

Del número de febrero de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 27 de noviembre de 2023 como original para la Web.


Tuve un momento de discernimiento espiritual que produjo una curación física instantánea. Tal vez te sientas identificado. La curación a menudo se produce cuando  experimentamos una inspiración acerca de Dios, descubrimos un sentido más elevado de cierta Escritura o avanzamos más allá de una opinión fija acerca de algo para obtener una perspectiva más espiritual.

El libro de Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, explica este fenómeno de la siguiente manera: “Los rayos de la Verdad infinita, cuando se juntan en el foco de ideas, traen la luz instantáneamente, mientras que mil años de doctrinas, hipótesis y vagas conjeturas humanas no emiten tal fulgor” (pág. 504).

Hace unos años, estaba orando por una rodilla lesionada, en la que la comodidad y fuerza normales no habían sido evidentes desde hacía algún tiempo. Esa semana, la Lección Bíblica descrita en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana contenía la historia bíblica del hombre junto al estanque de Betesda, quien no pudo caminar hasta que Jesús lo sanó (véase Juan 5:2-9). Como había leído la historia cientos de veces, estuve tentada de hojearla en lugar de estudiarla realmente, solo para ver cómo encajaba en la Lección.

En cambio, hice todo lo contrario. Me propuse descubrir algo sobre la historia que no había notado antes. Mientras leía, me llamó la atención el hecho de que el hombre que no podía caminar creyera que, para ser sanado, tenía que venir un ángel y remover el agua del estanque, y luego tenía que conseguir que alguien lo ayudara a ser el primero en sumergirse en el agua.

Me hizo pensar en la diferencia entre los símbolos de los conceptos espirituales y la Ciencia —la comprensión— de los conceptos espirituales. Llegué a la conclusión de que el ángel, el agua y la necesidad del hombre de meterse en el agua antes que todos los demás eran símbolos materiales de ideas espirituales más elevadas, o de la Ciencia del Cristo, la Verdad.

En esta Ciencia, la Ciencia Cristiana, se entiende que los ángeles son “representantes de Dios” (Ciencia y Salud, pág. 299), y se definen como “pensamientos de Dios que pasan al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, la pureza y la inmortalidad, contrarrestando todo mal, sensualidad y mortalidad” (pág. 581).

Entonces consideré que el agua podía simbolizar la consciencia humana colectiva. Ciencia y Salud define el río como “conducto del pensamiento” (pág. 593). Tengo muchas pruebas en mi propia vida de que el pensamiento cambia la experiencia: La anticipación de llegar a un destino deseado me da más energía para llegar allí; la tristeza hace brotar lágrimas y la vergüenza, que las mejillas se sonrojen. Así que pensé: “¿No se produce toda curación cuando la consciencia humana (simbolizada por el estanque de agua) es agitada por los pensamientos de Dios (simbolizados por los ángeles), cuando la Mente divina, Dios, cambia nuestros pensamientos acerca del cuerpo?”.

Eso me llevó al tercer aspecto de lo que creía ese hombre junto al estanque. Pensó que primero tenía que meterse en el agua, antes que nadie. Me pregunté: “¿Qué aspectos de mi día parecen estar compitiendo por el primer lugar en mis prioridades, y qué no estoy haciendo primero que podría estar haciendo primero?”. Se me ocurrió que cada mañana yo tenía una rutina fija de cosas prácticas que hacía antes de entrar a mi oficina o salir a dar una caminata para orar y estar en comunión con Dios. Me di cuenta de que sería fácil cambiar mi rutina y poner a Dios en primer lugar, antes que a mis quehaceres humanamente necesarios. 

A la mañana siguiente, tan pronto como me desperté, incluso antes de levantarme de la cama, invité a Dios a estimular mi pensamiento. Escuché atentamente para recibir al Cristo, la Verdad, el persistente “divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana” (Ciencia y Salud, pág. 332);  para recibir los pensamientos de Dios, los diferentes mensajes divinos que satisfacen nuestras necesidades a cada momento.

Consideré brevemente las ideas “turbias” que se habían agitado en mi pensamiento, y luego dejé que fueran eliminadas. ¡Había más de las que esperaba! Ese pensamiento poco amoroso sobre fulano de tal, la sensación de carga acerca de las tareas que tenía entre manos, y mis propios planes o predicciones sobre cómo podría ordenarse mi día, todo se desvaneció de la consciencia. 

Al comprender la perfección presente de Dios y de Su creación es que nos volvemos conscientes de la curación.

Cada pensamiento mortal y sucio fue reemplazado por un pensamiento puro de Dios. Consideré a Dios como el Espíritu perfecto, y la expresión de Dios, el hombre —incluyéndome no solo a mí, sino a todos aquellos con los que me encontraría o en los que pensaría durante el día— como espiritualmente perfecto. Pensé que Dios es Amor y que el hombre solo refleja el Amor. Disfruté al deliberar sobre el orden perfecto que gobierna el séptimo día de la creación divina, en el que “Dios descansa en acción” (Ciencia y Salud, pág. 519). Razoné que este mismo séptimo día es el día en que estaba despierta, de modo que podía descansar en una acción productiva dirigida por Dios. Recordé que, como hija de Dios, reflejo Su completa paternidad y maternidad divinas. Esto alivió toda sensación de miedo o ineptitud sobre mi día, ya que sabía que mi comprensión espiritual de Dios, de la Verdad y el Amor, era ilimitada, fuerte, flexible, avanzada, compasiva y reconfortante, y que comprendía por reflejo esta Verdad y Amor. 

Cuando me levanté para continuar con las actividades de mi día, descubrí que mi rodilla estaba completamente sana. 

Entonces, ¿podría el hombre en el estanque de Betesda haber sido sanado incluso antes de que Cristo Jesús viniera? Tal vez solo necesitaba mirar más allá de los símbolos físicos en los que estaba enfocado y ver, en cambio, que los ángeles son pensamientos de Dios, ver el estanque agitado como la purificación del pensamiento humano, y perder el sentido de competencia con su prójimo al reemplazar ese sentido material de lo que se necesitaba por el sentido espiritual, que siempre pone a Dios primero.

A veces, todos nos sentimos tentados a mirar los símbolos de la presencia de Dios para satisfacer nuestras necesidades en lugar de esperar que la Ciencia de Dios —el Espíritu, el Amor, la Vida— revele el poder omnipresente de Dios, el bien, que provee todas las cosas. No obstante, al percibir la perfección presente de Dios y de Su creación es cuando nos volvemos conscientes de la curación. Cristo Jesús le trajo esta consciencia divina más elevada al hombre junto al estanque de Betesda. Le dijo: —y sentí que me lo estaba diciendo a mí también— “Levántate, toma tu lecho y anda”. Y la curación fue inmediata. 

A través de la Ciencia del Cristo, los ángeles de Dios nos están trayendo esta consciencia más elevada a cada uno de nosotros.

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