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Original Web

Sana de un dolor debilitante

Del número de febrero de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 13 de noviembre de 2023 como original para la Web.


Una mañana, comencé a sentir un dolor agudo en el abdomen. Aunque me costaba hablar, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que orara por mí. Durante los dos días siguientes, me quedé en casa, sin poder trabajar. 

Mis padres y mi hermana me apoyaron mucho durante este tiempo. Mi mamá me leía muchos testimonios de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, a veces en medio de la noche. Especialmente cuando me sentía desanimado o casi abrumado por el dolor, estos testimonios ayudaron a volver mi atención al hecho de que la Ciencia Cristiana sana, incluso en las situaciones más agudas.

A veces se me ocurría pensar que tal vez lo más correcto era que mis padres me llevaran a un hospital. Pero cada vez que me venían esos pensamientos, sentía la profunda certeza de que Dios estaba conmigo y que podía, en cambio, confiar en Su poder omnipotente. No quería que me privaran de las lecciones espirituales de esta experiencia, y de cómo se aplicaban no solo a mí, sino a todos. En esos momentos de tan grande necesidad, a menudo me venía a la mente este versículo del relato de cuando Jesús resucita a Lázaro: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios” (Juan 11:4).

La practicista compartió conmigo varios pasajes útiles del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Una declaración que fue muy fortalecedora fue esta: “Todas las funciones del hombre verdadero están gobernadas por la Mente divina” (pág. 151). Esta verdad me habló muy directamente, porque todavía me agobiaba mucho el temor de que una función básica de mi cuerpo hubiera fallado, de que de alguna manera mi ser se hubiera corrompido. Esa declaración fue un correctivo muy poderoso, y a menudo me venía al pensamiento sin ningún esfuerzo de mi parte, reemplazando el temor con una confianza más profunda en Dios. Estaba empezando a ver que el gobierno de Dios sobre todo el universo tenía que incluir la armonía en todos los aspectos de la experiencia, abarcando mi trabajo, mis relaciones y lo que yo percibía como mi cuerpo.

También descubrí que necesitaba apegarme a la verdad absoluta en cualquier pensamiento sobre mí mismo. En un momento dado, la practicista me dijo que todo el enfoque de su oración por mí ese día había estado en dos leyes fundamentales: Dios es Todo y Dios es bueno. Su devoto apoyo en esta oración claramente me bendijo. Una noche, cuando los síntomas parecían agresivos, levanté la vista y me sentí fascinado por estas verdades absolutas durante lo que parecieron horas. Fue como si Dios mantuviera mi atención sin pestañear en la verdad de Dios perfecto y hombre perfecto. Este era un elemento esencial de la seguridad que sentía, incluso cuando la sugestión de dolor parecía intensa. Pude descansar en esta verdad absoluta cada vez más.

A veces, en estos períodos de centrada oración, aparecía una imagen en mi pensamiento que me ayudaba a sentir el amor de Dios. Me veía a mí mismo como un niño muy pequeño acunado en los brazos de una madre, meciéndose suavemente en un porche tranquilo. Había mucha comodidad, serenidad y seguridad. Sentía la verdad de mi existencia, con todo el tierno amor y cuidado de Dios a la mano, y que esta verdad del ser era la realidad permanente de mi experiencia. En cierto modo, esta imagen recurrente se convirtió en un presagio de lo que el libro de texto de la Ciencia Cristiana identifica como “la prueba de la curación”: el “sentido dulce y seguro de que Dios es Amor” (Ciencia y Salud, pág. 569).

Aproximadamente una semana después de que comenzara el desafío hubo un día especial en el que mis padres celebraron su aniversario, y estaba ansioso por participar en este feliz momento familiar. El día resultó ser un momento decisivo. La perfecta sincronización de Dios de cada detalle ese día fue mucho más allá de lo que mi hermana y yo podríamos haber planeado. Las camisetas de celebración se recibieron justo a tiempo; mis necesidades de movilidad fueron satisfechas de maneras sorprendentes; tuve un tiempo inesperado para estudiar y orar en la Sala de Lectura de nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico; e incluso tuve la oportunidad de firmar la urgente solicitud de ciudadanía de la esposa de un amigo. 

Sentí que la misma omnipotencia gobernante de Dios, el bien, que tan claramente armonizaba todo durante el día, tenía que estar gobernando lo que yo percibía como mi cuerpo. No necesitaba conocer ningún detalle físico ni pensar en el cuerpo en términos materiales. El día ilustró vívidamente cómo todas las “funciones del hombre verdadero” abarcan toda nuestra experiencia y no se dividen en diferentes compartimentos en los que algunas funciones parecen estar en el cuerpo humano y otras en el transporte, la logística, las relaciones internacionales, etc. Todas estas funciones me parecieron funciones totalmente armoniosas del ser de Dios, un todo perfectamente gobernado.

Aproximadamente una semana después, cuando necesitaba hacer algunas compras, sentí cierto miedo sobre si me sentiría realmente bien al salir por mi cuenta. Al hacer una pausa para escuchar la guía de Dios, sentí que Él me reconfortaba. Después de salir del auto en la tienda de comestibles, me encontré con un amigo Científico Cristiano que estaba de visita desde el otro lado del país. Después de hacer las compras, nos sentamos y hablamos un rato. En el fondo se escuchaba una conocida canción de Bob Marley, asegurándome que “todo estaría bien”, promesa que tomé muy en serio. Estaba muy agradecido por este ejemplo de la gracia de Dios, que me mostraba que no estaba solo.

La curación completa se produjo poco después. Estoy muy agradecido por las muchas formas en que el amor de Dios se manifestó en esta experiencia para neutralizar el miedo, traer dominio y sanar. Me sentí muy apoyado por la practicista, mi mamá, los miembros de la iglesia y todos los recursos de La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana. Toda esta experiencia me ha dejado con una profunda gratitud por la Ciencia Cristiana y todo lo que puede hacer y está haciendo por la humanidad.

Stephen Lapointe
Cambridge, Massachusetts, EE.UU.

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