“La Verdad eterna está cambiando el universo” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 255). Esta declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana me llamó la atención, y en esta línea de pensamiento, la Sra. Eddy se refiere varias veces a la Verdad y a su leudante acción en la consciencia humana.
La levadura, por definición, es un agente activo o una influencia penetrante que altera o transforma algo para mejor. Un punto que me quedó claro al contemplar esto fue que necesitaba aceptar la verdad que Dios revela, para poder ser testigo de su autoridad sanadora en nuestras vidas. Ver la verdad como el fruto de la mera contemplación intelectual es relegarla a un concepto de la mente humana, sin ninguna autoridad o efecto. Por otro lado, reconocer que toda verdad viene de Dios y tiene el apoyo del total dominio y poder del Amor divino e infinito, es asimilarla en la consciencia humana y por ende experimentarla de una manera sanadora.
Pensé: “‘La Verdad eterna está cambiando el universo’ puede parafrasearse, ‘La Verdad por siempre activa está leudando la consciencia humana’”. Esto me impulsó a iniciar una búsqueda a fin de descubrir y comprender cómo la acción leudante de la Verdad se produce continua y universalmente. Cristo Jesús habló de esta levadura en una parábola: “El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (Mateo 13:33).
Esta parábola describe el reino de Dios como siempre activo y transformador, aunque es invisible o imperceptible a la vista de los mortales. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, explica esta parábola, al afirmar: “Al igual que la levadura que tomó una mujer y la encubrió en tres medidas de harina, la Ciencia de Dios y la idea espiritual, denominada en este siglo Ciencia Cristiana, está leudando la masa del pensamiento humano, hasta que toda la masa sea leudada y desaparezca todo materialismo” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 166).
Como entendía la gente en los tiempos bíblicos al hornear su propio pan, la levadura o fermento actúa sobre la masa, haciendo que se expanda y suba. Esto es lo que el Cristo, la Verdad, hace en el pensamiento humano mediante la acción del Espíritu Santo, la Ciencia divina. Jesús enseñó la verdad de la unidad del hombre con Dios, y la Ciencia de la Verdad hace que el pensamiento se eleve de lo humano a lo espiritual. Debemos reconocer que esta acción leudante está ocurriendo gradual y silenciosamente en la consciencia de cada individuo en el mundo. La actividad de la Verdad, al cambiar el pensamiento, cambia el universo exteriormente, transformando el mundo en el que vivimos.
La Sra. Eddy identifica la levadura en esta parábola como la “Ciencia del Cristo”, y luego continúa escribiendo: “No indicaba esta parábola una enseñanza moral con una profecía, prediciendo el segundo advenimiento del Cristo, la Verdad, a la carne, escondido en sagrado secreto del mundo visible?
“Los siglos pasan, pero esta levadura de la Verdad está siempre activa. Tiene que destruir la masa entera del error, y ser así eternamente glorificada en la libertad espiritual del hombre” (Ciencia y Salud, pág. 118).
La Ciencia Cristiana —esta levadura del Cristo, la Verdad— está oculta a la vista de los sentidos materiales. Para muchos, la frase “Ciencia Cristiana” puede parecer que se refiere a un movimiento religioso relativamente pequeño sin relevancia, no obstante, es una Ciencia que es poderosa en el poder y la autoridad de Dios.
El término Ciencia Cristiana fue introducido al mundo por la mujer que sacó a la luz esta levadura espiritual, este “sistema científico de la curación divina” que había descubierto (Ciencia y Salud, pág. 123). Esta Ciencia es la fuerza activa y transformadora para el bien que opera en cada consciencia individual e ilumina, inspira, espiritualiza y sana. A medida que la Verdad leuda el pensamiento, inevitablemente se produce un cambio. A menudo se trata de una fermentación gradual y suave, especialmente en la transformación del carácter, donde el resultado es la curación. Pero también puede ser inmediato, como descubrí una vez.
Cada verdad que reconocemos en nuestra consciencia hace brillar la luz de la Verdad más intensamente en el mundo.
Un domingo por la mañana, después de haber contemplado profundamente este nuevo concepto acerca de la Verdad, me estaba preparando para ir a la iglesia, cuando sentí una fuerte presión en el pecho, como si algo lo estuviera apretando. De inmediato tomé una posición mental fuerte, confiando en que Dios siempre está manifestando Su bondad y paz en mi salud y en mi vida. Me senté, me quedé quieta y escuché lo que Dios me estaba diciendo. Al instante, recordé que debido a que recientemente había tomado la decisión consciente de aceptar la Verdad como la autoridad absoluta en mi pensamiento, tenía la inequívoca autoridad para verla manifestada en mi experiencia.
Comprendí que los pensamientos que albergamos gobiernan nuestra experiencia. Los pensamientos que se originan en Dios, la Mente divina, sanan, mientras que los que se derivan de una supuesta mente personal defectuosa (la mente mortal) no son de ninguna ayuda.
Me di cuenta de que en ese preciso momento se estaba produciendo en mí la acción leudante de la Verdad, y que solo gobernaban los pensamientos perfectos y buenos de Dios, elevándome y trayendo calma y quietud. El siguiente pasaje bíblico ilustra esto: “Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11, NTV). La Common English Bible traduce “un futuro y una esperanza” como “un futuro lleno de esperanza”.
La verdad de que el control absoluto y la autoridad de Dios estaban leudando mi consciencia, impartiendo salud, fue profundamente reconfortante. Me tranquilicé y, en mucho menos tiempo del que tardé en escribir esto, me sentí libre. Todo el dolor y la opresión en el pecho cesaron. Había llegado a estar tan absorta en el gobierno tierno de Dios que todo lo envuelve que simplemente perdí de vista la condición y sané. Fui a la iglesia cantando de todo corazón las alabanzas de Dios con profunda y duradera gratitud, y no he vuelto a experimentar el problema desde entonces.
Es alentador saber que cada declaración de la verdad que reconocemos en nuestra consciencia hace brillar la luz de la Verdad más intensamente en el mundo. Es por eso que Cristo Jesús nos dijo que él era la luz del mundo y nosotros también lo somos por ser sus seguidores.
La Verdad eterna está cambiando el universo pensamiento por pensamiento, con el poder y la persistencia del implacable Amor divino. Este es nuestro trabajo diario para nosotros mismos y para el mundo: aceptar la Verdad y permitir que domine nuestro pensamiento y nuestra vida. Hacemos esto al discernir primero espiritualmente la verdad, y luego al reconocerla, aceptarla y vivirla progresivamente.
A medida que la luz de la Verdad mora en nosotros y así brilla en el mundo, encontramos que un “poco de levadura leuda toda la masa” (Gálatas 5:9), cambiando el pensamiento del mundo. Las “tres medidas de harina” bíblicas equivalían a unos veintidós kilos y medio de harina, suficiente para hacer pan para cien personas. Solo un poco de levadura de la Verdad hace el trabajo, transformando a las personas y, poco a poco, a todo el universo.