Aprender acerca de la curación en la Ciencia Cristiana fue una parte importante de los años que asistí a la Escuela Dominical. Con la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, como guías de estudio, a los estudiantes se nos enseñaba a orar y a encontrar la respuesta a cada problema al recurrir a Dios.
Una curación que sigue siendo muy importante para mí ocurrió cuando estaba en la universidad y asistí a una reunión de tres días para las organizaciones de la Ciencia Cristiana en las universidades, en La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston. Había estudiantes de todo el mundo. Fue una reunión impresionante que despertó en mí un amor más profundo por Dios y por el hombre, y me dio la determinación de centrarme más en Dios.
El primer día de esta reunión, me desperté con un fuerte dolor de cabeza. Había tenido esos dolores de cabeza antes. “¡Oh, no!”, pensé. Tenía muchas ganas de participar en este evento, y ahora me sentía tan mal que no sabía si podría asistir. No obstante, al saber que el amor de Dios siempre estaba presente para cuidarme y sostenerme, decidí que podía y quería ir.
Al entrar en un pasillo de la planta baja de la Iglesia, noté que en las paredes había pasajes de la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy. Uno me llamó la atención, y me detuve y leí el mensaje, que aparece en la página 496 de Ciencia y Salud de esta manera: “Mantén perpetuamente este pensamiento: que es la idea espiritual, el Espíritu Santo y el Cristo, lo que te capacita para demostrar, con certeza científica, la regla de la curación, basada en su Principio divino, el Amor, que subyace, cobija y envuelve todo el ser verdadero”.
Sentí que esas palabras estaban dirigidas a mí, asegurándome que podía hacer algo respecto a esta dolorosa condición, y diciéndome que lo hiciera en ese mismo momento. Las leí de nuevo, lentamente, con comprensión, y luego una tercera vez, al sentir su poder. La palabra “Cristo” me llamó la atención. Recordé que habíamos hablado sobre el Cristo en nuestras clases de la Escuela Dominical, y que había memorizado la definición del libro de texto en ese momento. Fue entonces que recordé las palabras: “El Cristo. La divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado” (Ciencia y Salud, pág. 583).
El Cristo viene a la carne. ¡Qué maravillosa promesa! En un destello de inspiración, comprendí que el Cristo nos sana cuando recibimos con agrado la presencia de Dios en nuestros corazones y mentes. ¡Y me sentí lista para hacerlo! En ese momento, me di cuenta de que el dolor de cabeza había desaparecido por completo. Y jamás volví a tener esos dolores.
La curación-Cristo es una bendición que todos los que recurren al amor de Dios y lo reciben con agrado pueden experimentar. Mi vida continúa siendo bendecida por ello, y estoy muy agradecida.
Camille MacKusick
Southport, Maine, EE.UU.