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Original Web

Relatos de curaciones

Curación de epilepsia

Del número de mayo de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español

Apareció primero el 26 de febrero de 2024 como original para la Web.


Cuando tenía cuarenta años, quedé embarazada de mi tercer hijo. La noticia me brindó mucha alegría y felicidad. Sin embargo, muchos que me conocían comentaban que un embarazo era riesgoso a mi edad, y que los hijos de padres más grandes pueden nacer con problemas.

No obstante, durante el embarazo, oré y di gracias a Dios por esta bendición. Yo ya tenía dos hijos varones, y ¡ahora me habían confirmado que iba a tener una niña! Gracias a Dios, mi embarazo se desarrolló de la mejor manera, y mi hija nació sin ninguna complicación.

Sin embargo, cuando ella tenía seis años comenzó a tener síntomas de lo que un pariente cercano, que es médico, diagnosticó como un caso leve de epilepsia. Me dijeron que no sería seguro para ella nadar, y que siempre tendría dificultades de aprendizaje. Además, mi pariente dijo que a fin de manejar la situación, la cual podía empeorar, ella tendría que tomar medicación por el resto de su vida.

Yo estaba muy atemorizada y obtuve el medicamento que un doctor prescribió, el cual era muy caro, y se lo di a nuestra hija. Pero entonces leí acerca de sus efectos secundarios. Me pareció que serían muy dañinos para su salud, y decidí apoyarme en la oración, en cambio, para que se produjera la curación, ya que yo era estudiante de la Ciencia Cristiana y sabía en mi corazón que sería el tratamiento más seguro y eficaz para mi hija.

Le pedí ayuda y paz a Dios, y me puse a mí misma y a mi hija totalmente bajo el cuidado de Dios. Para entonces, ya hacía muchos años que estudiaba la Ciencia Cristiana, y había sido testigo de muchas curaciones en mi familia. Esto me dio la confianza de seguir adelante y confiar en que Dios me sostendría durante esta experiencia y solo manifestaría el bien para mi hija y para mí. Sabía que esta niñita había venido de Dios, y ella podía traer solo felicidad, no preocupación o temor.

Empecé a orar por mi hija, afirmando lo que había aprendido en la Ciencia Cristiana: que nuestro ser es espiritual, no material, y esto era verdad para mi pequeña hija. También llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que le diera tratamiento metafísico.

El tratamiento de la Ciencia Cristiana no sólo mantiene nuestra salud, sino que la restaura por completo, y yo quería una curación completa para mi hija.

El tratamiento del practicista ayudó a calmar mis temores. Mediante sus leales oraciones y paciente apoyo, logré comprender que solo el Espíritu tiene realidad, valor, sustancia o poder, porque el Espíritu es Dios, el bien, que creó todo y es Todo. Por lo tanto, la enfermedad es de hecho irreal y no tiene ningún poder sobre mi hija.

Comencé a ver más claramente la naturaleza espiritual y presente perfección de mi hija. Continué orando para obtener conceptos más claros de su identidad como la imagen y semejanza espiritual de Dios. Y con frecuencia trabajaba con “la declaración científica del ser” del libro de texto de la Ciencia Cristiana, la cual concluye: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 468).

Aunque mi hija pudo asistir a la escuela sin ninguna dificultad, ellos conocían su diagnóstico médico y me dijeron que era demasiado riesgoso para ella tomar clases de natación, que eran parte del currículum. Me vino la idea de decirle a la administración que yo con mucho gusto asistiría a sus clases de natación y me quedaría con ella durante las lecciones, y asumiría totalmente la responsabilidad por mi hija. Ellos estuvieron de acuerdo y ella aprendió a nadar como los otros niños. Siento que siempre estuvo protegida por su Padre-Madre, Dios.

Los síntomas de epilepsia desaparecieron por completo alrededor de un mes después de comenzar el tratamiento del practicista de la Ciencia Cristiana. Mi hija recibió excelentes calificaciones, y fue una de las mejores alumnas en su clase, graduándose con cum laude de una universidad de los Estados Unidos.

Dios me ha demostrado una y otra vez que Él siempre está cuidando de nosotros y es nuestro verdadero Padre-Madre. Y que para nuestro Padre-Madre todas las cosas son posibles.

Sandra del Socorro Mejía Baltodano
Managua, Nicaragua 

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