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Original Web

Escuchar con todo nuestro corazón

Del número de mayo de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 22 de enero de 2024 como original para la Web.


Solía leerles libros a nuestros dos hijos pequeños antes de acostarse, y se quedaban tan absortos en las historias que no me dejaban parar, hasta que, por último, tenía que declarar un punto final para que todos pudiéramos irnos a la cama. Cuando los niños están realmente inmersos en una historia, escuchan con todo su corazón. Su pensamiento se enfoca completamente en lo que escuchan. Centrarse con la misma dedicación propia de un niño es fundamental en la oración.  

Como registra la Biblia, los discípulos de Cristo Jesús una vez le preguntaron: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”. El relato continúa: “Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:1-4).

Para mí, esto significa que Jesús estaba pidiendo a sus seguidores que humildemente dejaran de lado el pensamiento basado en la materia para estar abiertos a lo que les estaba enseñando sobre la vida espiritual. Y hoy en día, escuchar como un niño nos permite ser receptivos al Cristo, que, como Mary Baker Eddy explica en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, es “la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana” (pág. 332). Entiendo que alcanzar esta receptividad propia de un niño, en la que me vuelvo consciente y receptivo al “divino mensaje de Dios”, comienza con la forma en que oro.

Recientemente, leí un maravilloso ejemplo de escuchar como un niño al orar. En el artículo, la autora cuenta que se lesionó el tobillo y le pidió a su hija pequeña que orara por ella. La autora no tardó en sanar. Luego le preguntó a su hija qué estaba pensando cuando oró. La niña respondió: “Mami, cuando oro, no pienso, escucho” (Kate Mullane Robertson, “Prayer is in the listening,” Sentinel, June 13, 2022). 

Esto ilustra cómo puedo orar practicando la receptividad de un niño, no diciéndole a Dios lo que necesito, sino escuchándolo.

Ciencia y Salud dice: “Para orar correctamente, debemos entrar en el aposento y cerrar la puerta. Debemos cerrar los labios y silenciar los sentidos materiales. En el santuario callado de las aspiraciones sinceras, debemos negar el pecado y declarar la totalidad de Dios” (pág. 15). Mi experiencia al orar me ha demostrado que cuando hago el esfuerzo por “entrar en el aposento y cerrar la puerta” —es decir, dejar de delinear personalmente y el mero razonamiento humano y escuchar atentamente con la inocencia y la sinceridad de un niño— soy capaz de percibir los mensajes angelicales de Dios (las intuiciones espirituales).

He aquí un ejemplo. Cuando estaba a punto de jubilarme, decidí permanecer en mi empleo hasta la edad normal de jubilación para mi línea de trabajo. Este plan parecía correcto, hasta que cambió el liderazgo de la organización. Se desarrolló un ambiente de trabajo infeliz y trabajar ya no era una experiencia satisfactoria. 

Durante este tiempo, nunca se me ocurrió que era elegible para la jubilación anticipada, o incluso que podía permitirme hacerlo, y mi plan de jubilarme a la edad de jubilación “normal” parecía hacer inevitables unos años de desolación

Finalmente, hice el esfuerzo consciente por detener los pensamientos que sugerían que podía estar limitado por factores tales como las finanzas o los requisitos de edad, y en este espacio mentalmente tranquilo, y con la humildad propia de un niño, simplemente escuché. Pronto, el mensaje de Dios me llegó fuerte y claro: “Por supuesto que puedes jubilarte antes. Hay un medio para hacer esto, y puedes avanzar y servir a los demás de maneras que nunca has imaginado”. De pronto sentí como si me hubieran quitado un gran peso de encima y un alivio enorme. 

En el amoroso ambiente del campamento fui testigo del crecimiento espiritual en la vida de jóvenes de todo el mundo.

Descubrí que, de hecho, podía jubilarme antes de tiempo y que, en realidad, era mejor para nuestra familia que dejara la organización en ese momento en lugar de cinco años después, como había planeado. Y después de jubilarme, se me abrió un mundo completamente nuevo. Ahora tenía tiempo para cantar en coros, viajar con mi familia y disfrutar de muchas experiencias nuevas que no habían sido posibles con mi horario de trabajo y mi limitado tiempo de vacaciones.

Lo más importante fue poder servir a los demás de maneras que no había anticipado. Por ejemplo, tuve la oportunidad de trabajar en un campamento para Científicos Cristianos durante cuatro veranos. En el amoroso ambiente del campamento, fui testigo del crecimiento espiritual en la vida de jóvenes de todo el mundo. Qué bendición fue apoyar y ser parte de esto. Y fue en ese momento — cuando dejé de preocuparme y asumí la actitud de un niño pequeño, y dediqué mi oración a escuchar la guía de Dios— que se abrió el camino para esta nueva experiencia de servir y crecer en la Ciencia Cristiana.

Cuando me llegó ese mensaje divino al final de mi carrera, no tuve ninguna duda de que era guiado a dar el paso correcto para mí. Escuchar a Dios nos permite experimentar estas convicciones profundas, que abren el camino para alcanzar un mayor crecimiento espiritual. Como escribe la Sra. Eddy: “Los efectos de la Ciencia Cristiana se ven menos de lo que se sienten. Es la ‘voz callada y suave’ de la Verdad expresándose. O bien nos estamos alejando de esta expresión, o la estamos escuchando y elevándonos. La disposición de llegar a ser como un niño y dejar lo viejo por lo nuevo, torna el pensamiento receptivo a la idea avanzada. La alegría de abandonar las falsas señales del camino y el regocijo al verlas desaparecer, esta es la disposición que ayuda a acelerar la armonía final” (págs. 323-324).

La receptividad propia de un niño al orar nos ayuda a fomentar “esta disposición” que conduce a resultados armoniosos y a la comprensión de que el reino de Dios está dentro de nosotros. Estoy muy agradecido por la capacidad que todos tenemos, como reflejo de Dios, para escuchar atentamente como un niño lo que Él nos está diciendo, y para tener un corazón receptivo abierto a todo lo bueno que nos está proporcionando continuamente.

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