Hubo una época en la que pensé que estaba completamente a merced de mi cuerpo. Acababa de tener un aborto espontáneo y sentía mucho dolor y una pérdida devastadora. Pero esta experiencia pronto se convirtió en un punto decisivo en mi comprensión de Dios.
Durante unos meses antes del aborto espontáneo, la palabra misericordia me llamó la atención en repetidas ocasiones durante mi estudio de la Biblia. Había estado leyendo la Biblia detenidamente con el corazón receptivo, observando qué palabras, versículos e historias me llegaban y comparándolas con los pensamientos y motivaciones que estaba observando en mi vida. Cuando notaba algún contraste entre lo que la Biblia me dice acerca de Dios como la fuente de todo el bien y cualquier pensamiento que se opusiera a esta comprensión espiritual, sabía que necesitaba reformar esos pensamientos. Por eso, cuando las referencias a la misericordia de Dios seguían llamándome la atención, lo tomé en cuenta.
Percibí que sabía muy poco acerca de lo que los pensadores espirituales de la Biblia aprendieron de la misericordia de Dios en sus experiencias. Tomemos este Salmo, por ejemplo: “Acuérdate, oh Señor, de tu compasión y de tus misericordias, que son eternas” (Salmos 25:6, LBLA). Las misericordias de Dios son tiernas y siempre han estado al alcance de la mano. Al combinar esta comprensión de Dios con la primera línea de la oración que Cristo Jesús dio a sus seguidores: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mateo 6:9), es obvio que Dios, el Amor divino —nuestro Padre divino y la fuente de todo amor— nos cuida tiernamente porque somos Sus hijos pase lo que pase.
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