En algún momento, quizá hayas pensado algo como esto: “Dios tiene un plan para mí: la escuela, el trabajo, la casa o el cónyuge adecuados”. Probablemente todos lo hemos hecho de vez en cuando. Pero si pensamos más en que Dios se alinee con nuestros deseos y menos en alinear nuestros pensamientos con la voluntad de Dios, esto confunde y limita nuestra comprensión de lo que Él es, y puede impedir nuestro crecimiento espiritual.
Recientemente, estuve pensando en la historia de Moisés cuando trata de encontrar la forma de guiar al pueblo hebreo desde Egipto a la Tierra Prometida. Moisés no está convencido de que el pueblo lo siga, pero cree que seguirán a Dios, el único Dios verdadero. Así que Moisés le pregunta a Dios qué debe decirle al pueblo para probar que es realmente el Dios verdadero, el Dios de sus padres. “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros” (Éxodo 3:14).
Este es un nombre un poco inusual, pero incluye el profundo reconocimiento de que no podemos definir lo infinito dentro de lo finito. Teniendo en cuenta lo que estaba en juego en ese momento, es bastante sorprendente. Moisés parece haber estado buscando las palabras para unir a su pueblo e inspirarlo a entrar en acción para aceptar un plan de liberación, tanto física como mental, que iba a requerir valor, fuerza, fe, confianza y más determinación de la que probablemente jamás imaginaron que tenían. También iba a demandar que desarrollaran una manera espiritual de pensar, esfuerzo que sin duda pondría a prueba al pueblo hebreo, al mismo tiempo que lo transformaría.
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