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Original Web

Esperaba tener otra niña

Del número de mayo de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 24 de abril de 2024 como original para la Web.


Solía pensar que la “familia perfecta” estaba compuesta por dos niños y dos niñas. Después de todo, la familia de mi padre, la familia de mi madre y la familia en la que crecí tenían dos niños y dos niñas. Parecía equilibrado, divertido y correcto en todos los sentidos. Era la familia que siempre había esperado tener. Y una vez que mi esposo y yo tuvimos dos niños y una niña, pensé que todo lo que tenía que hacer era seguir adelante y tener esa segunda niña. ¿Suena un poco obstinado?

Bueno, ¡nuestra “segunda niña” resultó ser niños gemelos! Y eso no es todo: más tarde, tuve otro hijo antes de aprender una importante lección espiritual sobre la familia: que la obstinación humana no trae mayor felicidad o satisfacción a nuestras vidas.

Después de haber orado acerca de la familia a lo largo de los años, he llegado a ver más claramente que la verdadera familia es la relación espiritual intrínseca de Dios y Sus hijos. Es la tierna unión del Padre divino que es todo amor y Sus amadas hijas e hijos, unidos eternamente en una relación de amor. Esta idea divina de la familia, que incluye el hogar y la armonía, nos reconforta, fortalece y abraza a todos.

Dios, la Mente divina, nos crea, mantiene y gobierna a cada uno de nosotros. Somos cada uno el vástago espiritual de Dios, siempre uno con la Mente divina. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe: “Padre-Madre es el nombre para la Deidad, que indica Su tierna relación con Su creación espiritual” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 332). Y más adelante en el mismo libro afirma: “Hombre es el nombre de familia para todas las ideas, los hijos y las hijas de Dios” (pág. 515).

Con Dios —quien la Biblia dice es el Amor mismo— como el eterno Padre-Madre y el hombre como hijos e hijas del Amor, la familia está intacta y completa. Todos estamos incluidos en el vínculo de “un solo Padre con Su familia universal, sostenidos en el evangelio del Amor” (Ciencia y Salud, pág. 577).

Cristo Jesús comprendió la familia espiritual. Una vez, mientras predicaba, el Maestro fue informado de que su madre y sus hermanos estaban tratando de comunicarse con él. Él respondió: “Todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (Marcos 3:35). Y aunque nunca se casó, los Evangelios indican que Jesús tenía relaciones estrechas y significativas con los demás, incluido el alegre contacto con los niños, a quienes les encantaba pasar tiempo con él (véase Marcos 10:13-16).

Este concepto espiritual fundamental de la familia, de Padre-Madre y el amado hijo, se expresa en las familias humanas individuales. Pero conceptos limitantes como el género y el número no forman parte de esa ecuación. 

Tomemos, por ejemplo, el género. El género puede convertirse en un obstáculo si se siente que una hija puede ser más deseable que un hijo, o un hijo que una hija. Sin embargo, cuando comprendemos que la verdadera naturaleza del hombre es espiritual, no material, cuando estimamos al hombre como el linaje del Espíritu divino, no de la materia, y cuando reconocemos que el hombre es la idea compuesta de la Mente divina e incluye toda la gama de atributos y cualidades del Amor divino, podemos ir más allá de los estereotipos de las funciones y comportamientos femeninos y masculinos. Ciencia y Salud explica: “Los géneros masculino, femenino y neutro son conceptos humanos” (pág. 516), y “El género es mental, no material” (pág. 508).

Esta comprensión más elevada de la identidad nos libera de las decepciones que pueden surgir de no tener una configuración de género predeterminada en nuestras familias. Al comprender la completa naturaleza de cada una de las ideas de Dios, podemos reconocer que cada hijo de Dios —niño o niña— trae amor, alegría, cuidado, fortaleza y equilibrio a la familia.   

Al orar para superar la desilusión que sentí al principio, oré para comprender mejor el sentido espiritual del hombre reflejado en el sermón de Navidad de la Sra. Eddy que describe al “recién nacido” de la Ciencia del Cristo: 

“¿Es el recién nacido hijo o hija?

“Ambos, hijo e hija, o sea la idea compuesta de todo lo que se asemeja a Dios” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 167).

Esto no significa que nuestros hijos puedan ser una especie de mortal mixto, sino que podemos ver a cada hijo de Dios como la expresión espiritual multifacética de su Padre-Madre celestial, cada uno de los cuales posee cualidades generalmente consideradas masculinas, así como las que se consideran femeninas. Esto es liberador y satisfactorio para todos.

La historia bíblica de Rut es un buen ejemplo de esto. Mientras que la cultura hebrea asignaba mayor valor a los hijos varones, que cuidaban de sus padres ancianos, los amigos de Noemí le comentaban que la forma en que su nuera la amaba era mejor que tener siete hijos. El amor y la devoción de Rut por su suegra después de la muerte de sus esposos fue una bendición para ambas. Esto llevó a un segundo matrimonio para Ruth lo que bendijo a ambas mujeres y estableció un sentido completo y amoroso de familia en el futuro.

Lo que realmente necesitamos para tener una familia feliz y equilibrada es comprender los atributos del Espíritu, como armonía, gracia y alegría, que no pueden dejar de enriquecer nuestra experiencia. Al ver las características del Amor expresadas por cada hijo de Dios, nos damos cuenta de que nuestra naturaleza, nuestras vidas y nuestras familias siempre están completas y bendecidas, independientemente del número o el género. Somos parte de la familia de Dios, que siempre está intacta y es armoniosa y justa.

Mi “familia perfecta” de cinco niños y una niña ha sido todo lo que siempre esperé que fuera mi familia. Los lazos entre hermanos, las relaciones sólidas entre padres e hijos y la estabilidad siempre han estado en orden. Además, más tarde me volví a casar, y este maravilloso hombre trajo cuatro hijos a nuestra familia combinada. ¡Ninguno de nosotros podría haber imaginado que nuestra familia definitiva incluiría diez hijos! Pero estoy agradecida de decir que ha sido alegre y enriquecedor más allá de lo que podría haber planeado. 

Gracias, Padre-Madre Dios, por Tu abundante bondad y amor por Tu familia universal.

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