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Original Web

“El Amor nunca deja de ser”

Del número de mayo de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 7 de octubre de 2024 como original para la Web.

Original en español


Mucho se ha dicho acerca del amor. Millones de palabras se han escrito, hablado e incluso cantado acerca de este tema. Pero ¿hemos aprendido realmente lo que significa esta poderosa pero dulce palabra amor?

La Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, me fue de mucha ayuda cuando traté de encontrar su verdadero significado. También las obras de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. En Escritos Misceláneos 1883-1896, ella dice: “Un afecto puro, concéntrico, que se olvide de sí mismo, que perdone agravios y los prevenga, debiera inspirar la lira del amor humano” (pág. 107).

La humanidad necesita grandemente este “afecto puro” que lo abraza todo e incluye cualidades tales como paciencia, inocencia y abnegación. Si este extraordinario sentimiento llamado amor posee estas gloriosas cualidades, su origen debe ser muy elevado y verdaderamente espiritual: debe ser Dios, el Amor.

Entre las cualidades del Amor divino inagotable está el perdón. La libertad que el acto de perdonar ofrece a los que ejercen este maravilloso derecho está más allá de toda descripción. Perdonar es liberarnos del concepto equivocado acerca de quiénes somos en realidad, y es eliminar el concepto falso que tenemos acerca de la persona a quien perdonamos.

La Sra. Eddy escribe: “La primera lección a aprender es la de conocerse a sí mismo; al que haya hecho esto, le será natural, por la gracia de Dios, perdonar a su hermano y amar a sus enemigos” (Escritos Misceláneos, pág. 129). Es realmente “por la gracia de Dios” que podemos perdonar a aquellos que nos han herido, conocernos a nosotros mismos y borrar del pensamiento todo sentimiento de condenación, al comprender que no provienen de Dios. Entonces podemos alivianar la carga de la culpabilidad que hemos puesto en nuestro prójimo.

Algunas veces es realmente difícil perdonar a quien nos ha lastimado u ofendido. Yo he tenido que orar, algunas veces por meses o incluso por años, para poder comprender mi verdadera individualidad, intocada por el mal, y ver a la persona que consideraba mi enemigo como espiritualmente inocente. Y ha sido solamente cuando he permitido que el Cristo, la verdadera idea de Dios, ilumine mi pensamiento que he podido realmente perdonar y experimentar la libertad que este acto trae consigo.

Una persona que conozco tuvo que aprender la importancia del perdón a fin de seguir adelante y progresar. Después de varios años de matrimonio, de pronto su esposo la dejó por otra mujer. Ella se sintió dolorosamente traicionada, y aprisionada por la desesperación, la culpa y mucha ira.

Ella había comenzado a confiar en Dios desde hacía un tiempo, y estaba aprendiendo que Él es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1). Mucho después ella me dijo que sabía que debía perdonar a este hombre a fin de salir adelante y crecer espiritualmente.

Luego del divorcio, la vida fue muy difícil para ella. Tenía cuatros hijos de los que ocuparse, estaba sin empleo y a punto de ser desalojada de la casa donde vivía. La situación la angustiaba y la hacía sentir una profunda amargura. Pero ella se aferró con todo su corazón a las verdades que comenzaba a aprender como estudiante de la Ciencia Cristiana.

Paso a paso, mediante su oración y con la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, fue venciendo los obstáculos. Encontró un trabajo, luego una nueva vivienda. Pero el resentimiento que esta mujer sentía por el padre de sus hijos no cedía. La lucha con esos sentimientos amargos duró más de dos años.

Al buscar respuestas en la Biblia y en los libros de nuestra Guía, ella comprendió que tenía que desprenderse, no solo de la ira, sino también de la autocompasión, la justificación propia, el orgullo y la sensación de ser una víctima. Sabía que, a fin de liberarse de todo resentimiento, tenía que entender que ella no podía estar sometida a los errores de otra persona.

Un día, encontró esta declaración en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “El perdón de la misericordia divina es la destrucción del error” (pág. 329). Y el error, según lo explica la Ciencia Cristiana, es la supuesta ausencia de la Verdad; la supuesta ausencia de Dios; lo cual resulta imposible, ya que Dios es Todo-en-todo.

Esta mujer empezó a comprender que la luz del Cristo estaba revelando el mal como impersonal y destruyendo todo sentido de condena en ella; y que, como Dios lo ha creado todo bueno, el mal no ocupaba ningún lugar, no tenía ninguna presencia ni ningún poder.

Pocos días más tarde, estaba orando por sus hijos, cuando inadvertidamente, incluyó a su ex-esposo en su oración. No hubo un esfuerzo especial. Sucedió naturalmente. Se sintió muy agradecida y tremendamente aliviada. Una paz indescriptible la envolvió. Tiempo después, ella pudo relacionarse amistosamente con este hombre, así como con su nueva esposa. Finalmente, pudo comprender que nada puede dañarla o separarla del Amor divino, el bien omnipotente que nos bendice a todos.

Entonces, ¿es posible explicar con meras palabras este poderoso y puro sentimiento llamado amor? La respuesta es que es imposible hacerlo, pero podemos vivirlo, practicarlo y demostrarlo diariamente.

El Apóstol Pablo describió el amor en una de las más esclarecedoras cartas jamás escritas. Dice en parte: “El amor nunca deja de ser. … Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres, pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:8, 13).

Pablo no dijo que el amor nunca deja de ser “a menos que…” Ni tampoco dijo que no dejará de ser “excepto que…” La frase es concluyente: El Amor nunca deja de ser. El Amor prevalece, triunfa, vence, conquista, ama, pase lo que pase.

Podemos estar seguros de que Dios, el Amor divino, está siempre a nuestro lado, que somos uno con Él. Del mismo modo que alguien frente a un espejo es uno con su reflejo, o el sol es uno con sus rayos.

Quizá tome una eternidad percibir plenamente la grandeza, la profundidad y la magnitud del Amor, pero podemos esperar con calma y llenos de confianza, sabiendo que mientras tanto, el Amor divino, nuestro Padre y Madre celestial, nos ama y responde a todas nuestras necesidades siempre.

En una ocasión, la Sra. Eddy describió su concepto de Dios de la siguiente manera: “Es como el Padre que protege y cuida a Su hijo, es como la Madre que toma al pequeñito en Sus brazos, y lo alimenta con la leche del Verbo, es como el tierno Pastor, que cuida de Su rebaño, va a los pantanos detrás del cordero perdido, llamando, llamando, tratando de escuchar su vocecita lastimera, tomándolo en Sus brazos, llevándolo al hogar y haciendo esto una y otra vez” (We Knew Mary Baker Eddy, Vol. II, Expanded Edition, p. 337). Y esta es, para mí, la más auténtica y exacta definición del Amor único y verdadero, Dios.

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