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Recuerdo que lo primero que pensé fue que nada se podía perder porque Dios existe y es supremo. Su ley universal de armonía nos gobierna.

La Escuela Dominical me ayudó a descubrir quién soy realmente —mi identidad espiritual— y la libertad que viene al vivir desde esa base.

Hacer una pausa, ser pacientes, nos permite sentir la presencia de Dios-con-nosotros del Cristo, la idea espiritual del Amor divino, y así en ese espacio de esperar y escuchar a Dios, recordamos que no estamos criándolos solos.

Si nos damos cuenta de que Dios es el que realmente hace el trabajo, porque Dios es la fuente de toda acción, eso nos quita la presión para lograr actuar perfectamente.

La curación es la obra de Dios, y la Mente omnisciente impulsa cada paso para contribuir a su logro.

Obtuve una nueva perspectiva de Dios: que Él es nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso, del todo amoroso.

Somos la manifestación de Dios, las ideas espirituales de la Mente divina, no estamos sujetos al sufrimiento ni a la tristeza. Somos expresiones del Alma, que es la fuente de la alegría interminable.

Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana muestran que no estamos sujetos a la burocracia ni a la complejidad excesiva.

Mi ira hacia los perpetradores desapareció, y realmente pude verlos no como ladrones, sino como abrazados por Dios, el Amor.

No solo necesitamos estar en comunión unos con otros como miembros de la iglesia, sino que también debemos estar en comunión con los artículos de fe.