¿Alguna vez tus esperanzas se han elevado tanto que has sentido el impulso de avanzar en una nueva dirección? ¿Y después viste resultados muy alentadores que elevaron aún más tus expectativas y tu compromiso? ¿Y luego al final ocurrió algo que frustró tus sueños?
Entonces puedes imaginarte, en cierta medida y modestamente, lo que sintieron los discípulos de Cristo Jesús después de su crucifixión.
Uno por uno los doce discípulos originales de Jesús lo habían seguido espontáneamente debido al extraordinario sentimiento de esperanza que él había encendido en ellos. Consideremos a Mateo, por ejemplo. La Biblia lo relata de esta forma: “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme y se levantó y le siguió” (Mateo 9:9). Algo acerca de Jesús evidentemente conmovió el corazón de Mateo, a tal grado, que él espontáneamente se puso de pie, dejó atrás su profesión ya establecida y se preparó para ir a donde Jesús lo guiara.
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