El único antídoto contra el odio es amar. ¡Amar, amar, amar! Es nuestra naturaleza amar como expresión de Dios, del Amor divino. Cristo Jesús aconsejó a sus seguidores: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:43-45).
Cuando el conflicto con la guerrilla en Colombia era desenfrenado y los informes de terrorismo, secuestros y extorsión llenaban las noticias, aprendí una lección en el poder de amar, incluso a nuestros enemigos. Eran años difíciles. No era posible viajar libremente por las carreteras por temor a que una bomba explotara, o a ser secuestrado por los grupos que operaban fuera de la ley.
Mi hija tenía una compañera de trabajo que un día recibió una llamada de alguien que le pedía una suma de dinero (varios millones de pesos) para liberar a sus dos niños pequeños, que habían sido secuestrados. Uno de ellos tenía una enfermedad para la cual tomaba un medicamento con regularidad.
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