Estaba elaborando una receta de verduras asadas en un horno muy caliente. De acuerdo con las instrucciones, el truco para dorar bien la comida era poner la sartén vacía en el horno mientras se precalentaba; luego sacarla y agregar las verduras. Un poco preocupada mientras lo hacía y comenzaba a agregar las verduras, olvidé momentáneamente que la sartén estaba caliente y la sujeté con una mano desprotegida para estabilizarla. El dolor hizo que la dejara caer rápidamente.
Aunque el dolor era intenso, mi primera reacción fue comenzar a orar: escuchar y atender lo que Dios estaba diciendo. En lugar de enfocarme en mi mano y en el dolor, me concentré en lo que sé que es verdad acerca de Dios y de mí.
En mi estudio de la Ciencia Cristiana, he aprendido que soy la hija amada de Dios y que mi Padre siempre me cuida y protege, aunque en ese momento, el dolor me hacía sentir lo opuesto a eso. Sin embargo, le di gracias a Dios por estar a mi lado en cada momento de mi vida. Muchas veces, cuando anteriormente había recurrido a Dios, había sentido Su presencia; pero también hubo muchas ocasiones en el pasado en las que había estado tan asustada o distraída que me había olvidado de que Él estaba allí conmigo. Durante este momento difícil, no lo olvidé.
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