Me encanta pasar tiempo con mis amigos. Ya sea para ponernos al día después de estar separados mucho tiempo o vernos todos los días, para mí siempre han sido importantes los momentos valiosos, y me encanta la calidez y el apoyo que brindan las amistades.
Sin embargo, hace unos años, algo cambió. Mi mejor amiga desde hacía cinco años de repente no quiso ser mi amiga. Un día, en la escuela, me ignoró cada vez que traté de hablar con ella. Yo no podía entender qué pasaba. Y cuando fui a la escuela al día siguiente, las cosas habían empeorado aún más.
Mi amiga había difundido rumores sobre mí y le había dicho a todo el mundo por qué no deberían ser mis amigos. Yo estaba muy dolida; no podía entender por qué había hecho esto. ¿Era porque me había hecho amiga de otras chicas? ¿La había molestado de alguna manera? No estaba segura. Al tercer día de esto, nadie me habló; me insultaban cuando pasaba junto a ellos en el pasillo y compartían notas sobre mí en clase. Molesta y abrumada, le pregunté a la maestra si podía irme a casa.
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