La notable historia de Agar es una que vale la pena rever. Las dificultades con su hijo que fastidiaban a su mujer, Sara, impulsaron a Abraham, su marido, a expulsar a Agar y a su hijo al desierto con un odre con agua y algo de pan únicamente. No es difícil imaginar que Agar se debe de haber sentido abandonada y preocupada de cómo alimentar a su hijo (véase Génesis 21:9-21).
Una vez que el cántaro ya no tiene agua, ella se aparta de su hijo, porque no quiere verlo morir. Pero aun en medio de la desesperación más absoluta, esa madre llega a comprender que el muchacho tiene una relación directa con Dios. Un ángel —un mensaje divino— le dice: “Dios ha oído la voz del muchacho en donde está”. Agar y el niño fueron entonces salvados. La Biblia dice: “Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho”.
El mensaje angelical le ordena que “alce” al muchacho. Al verlo a través de la Ciencia Cristiana, el mensaje angélico le estaba pidiendo a Agar que eleve su pensamiento acerca del muchacho y contemple la fuente de su vida: Dios, la Vida divina, la única Vida. Ella tenía que ver que la vida del joven no podía perderse. Para mí, lo más notable de esta historia es que la fuente de agua tan necesaria ya estaba allí. La desesperación de Agar le había impedido ver que la solución siempre había estado al alcance de su mano. Una lección para nosotros hoy es que la respuesta de Dios siempre está cerca.
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