Las personas de diferentes puntos de vista políticos pueden tener opiniones firmes sobre la riqueza, los recursos y los sistemas equitativos en general, pero una cosa que todos estos puntos de vista tienen en común es la sensación de que no hay suficiente para todos. Algunos creen que si trabajas lo suficiente, tendrás todo lo que necesitas. Otros ven un sistema que simplemente está en su contra pase lo que pase. Pero, insisto, el concepto fundamental es que los recursos son limitados, y que, o bien, todos recibirán un poco, o algunos obtendrán mucho y otros no obtendrán nada, ya sea empleo, vivienda, comida o capacidad. Esta densa nube de limitación oscurece la visión y agobia la perspectiva de muchas personas en todo el mundo.
No obstante, considera una evocadora promesa que se da en el libro de Malaquías en la Biblia: “Traed todo el diezmo al granero, para que haya alimento en mi casa; y ponedme a prueba, dice el Señor de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (3:10, Revised Standard Version). ¡Qué imagen! Acudir a Dios, llevarle tanto nuestra necesidad como nuestro suministro, y sentir Su provisión completa como una cascada de bendiciones. Aquí también hay una invitación a considerar que nosotros mismos somos una bendición para los demás, derramados como dones de Dios para el mundo.
Este es el cielo —el reino de Dios— que los patriarcas y las matriarcas vislumbraron, que los profetas profetizaron y que Cristo Jesús vino a proclamar a través de su evangelio. Desde los israelitas alimentados con maná y codornices en el desierto, hasta la viuda de Sarepta que pudo sostener a su casa y a Elías a través de una provisión inagotable, hasta Jesús al alimentar multitudes, tenemos vívidos ejemplos de cómo la infinitud del cielo incluye abundancia para todos.
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