En la Ciencia Cristiana aprendemos que Espíritu es un sinónimo de Dios y que el sentido espiritual es nuestra capacidad innata de comprender a Dios. El sentido espiritual nos capacita para que el Espíritu nos guíe en la dirección correcta.
Cuando enseño a los niños más pequeños en la Escuela Dominical, hablamos del hecho de que no podemos ver al Espíritu con nuestros ojos, pero podemos verlo expresado en lo que es bueno y perdurable. También hablamos de que Cristo Jesús caminó sobre las agitadas olas (véase Marcos 6:45-51). Jesús sabía que el Espíritu lo guiaba hacia donde fuera que necesitara estar. Confiaba completamente en Dios y sabía que Dios tenía control total sobre Su creación, incluido el mar. Sabía que la ley del bien de Dios se podía ver, sentir y demostrar.
En una ocasión, mientras estaba estacionada en una base naval en Hawái, fui a una playa local con algunos amigos. Ellos se quedaron dormidos en la playa y decidí nadar para refrescarme. Después de nadar una corta distancia, de repente me di cuenta de que una resaca me tenía atrapada. Cuanto más luchaba, más lejos me llevaba, hasta que ya no podía ver la playa. Grité, pero nadie me oyó. Entré en pánico y mi pensamiento se volvió tremendamente confuso.
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