Estoy muy agradecido por la Ciencia Cristiana y las numerosas curaciones que he tenido a lo largo de mi vida. Una de las que tuve hace años fue particularmente memorable.
De niño, asistí a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero cuando era joven me alejé de la Ciencia Cristiana. Si bien nunca la abandoné por completo, no asistía a la iglesia con regularidad y aplicaba las enseñanzas solo cuando tenía dificultades en los negocios, las relaciones y la vida cotidiana. Para los problemas de salud, por lo general buscaba atención médica.
Pero con el tiempo descubrí que practicar la Ciencia Cristiana de esta manera poco entusiasta simplemente no funciona. Tuve que reconsiderar este enfoque después de tener una afección muy dolorosa en el codo que me impedía jugar al tenis; deporte que amaba y que había jugado de manera competitiva y a un alto nivel desde mi juventud. El problema se volvió crónico y finalmente decidí ver a un médico. Este ordenó una resonancia magnética y me dijo que mi condición era resultado natural de muchos años de estrés y que no se podía hacer nada más que una cirugía.