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Hace algunos años me fue entablada una demanda judicial, con la...

Del número de junio de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace algunos años me fue entablada una demanda judicial, con la cual se pretendía privarme de la administración de mis propios negocios, alegando incompetencia. Lo doloroso del caso era que la demanda la había hecho un pariente muy cercano. Después de varias semanas de oración constante, pude ver una noche tan bellamente que la “luz verdadera, que alumbra a todo hombre” (Juan 1:9) es la Verdad divina, afirmándose a sí misma. Y comprendí que todas las personas que tenían algo que ver en este asunto, eran absolutamente inseparables de la Verdad. Una hora y media más tarde, mis abogados llamaron inesperadamente (fuera de horas de oficina) para informarme que el caso se había resuelto a mi favor.

Durante ese tiempo me había sido imposible caminar — parecía que mis piernas no tenían ninguna fuerza, y esta condición había persistido durante unos tres meses. Mas yo continuaba orando. Cerca de diez días después de haberse resuelto el problema judicial pude volver a caminar como antes.

Una vez, cuando comenzaba a estudiar Ciencia Cristiana, tuve un intenso dolor a causa de una mandíbula infectada. El dentista, a quien recurrí no pudo hacer nada esa noche con excepción de tomar radiografías. Como mencioné antes, el dolor era intenso. A las tres de la mañana, con lágrimas en los ojos, me acerqué a un Dios a quien todavía no conocía muy bien. Al hacer el esfuerzo por acercarme a Él, me vino al pensamiento este glorioso mensaje liberador: “El Amor — la fuente de ese amor que me permite amar a mi pequeña hija — no puede producir dolor”. Entonces pude ver a mi gran Dios. ¡Estaba liberada!

A la mañana siguiente cuando volví a ver al dentista, le dije que ya no tenía ningún dolor. Me examinó y luego tomó otra radiografía. Al verla se quedó muy silencioso; luego dijo: “No entiendo”. Comparó la primera radiografía con la segunda. “¿No es maravilloso?”, exclamé. “Muy extraordinario, no sé cómo ha desaparecido, no hay ninguna señal del problema de anoche”, respondió.

Muchas experiencias notables como ésta me han acompañado a todo lo largo del camino durante unos setenta y cinco años. Nuestra amada Guía, la Sra. Eddy, escribe (Escritos Misceláneos página 235): “Hambrientos y sedientos de una vida mejor, la obtendremos, y nos convertiremos en Científicos Cristianos; llegaremos a comprender a Dios correctamente, y a conocer algo del hombre ideal, el hombre verdadero, armonioso y eterno”.

Hoy en día, nuestro mundo parece estar encarando problemas sin solución. Pero podemos ayudar. Mediante la Ciencia Cristiana, Dios nos ha dado los medios para practicar la verdad que Cristo Jesús enseñó y vivió.

De todas partes del mundo parecen llegar noticias de temblores, asesinatos en masa y odio. Cuán maravilloso es leer en la página 206 de Escritos Misceláneos la declaración de la Sra. Eddy: “¿Qué sino la Ciencia divina puede interpretar la eterna existencia del hombre, el hecho de que Dios es Todo, y la científica indestructibilidad del universo?” Podemos saber que la totalidad de Su creación existe intacta y que el creador — Dios, la Mente divina — guía, gobierna, protege, preserva y lo sostiene todo.

Nuestro aprendizaje no tiene fin, y mientras más aprendemos, más podemos amar y curar.


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