Relatos de curación
Fui educada en una religión oriental tradicional, pero esto no me impidió que dejara de ir a adorar en los templos, que dejara los símbolos materiales y los ritos, cuando receptiva y espiritualmente comencé a comprender a Dios. Había estado preguntándole a Dios acerca del significado de mi vida e identidad, y Él me condujo a las verdades maravillosas de la Ciencia Cristiana.
Cuando conocí la Ciencia Cristiana hace más de cinco años, me encontraba en un precario estado de salud. Había sufrido un grave accidente en mi trabajo cuando un montacargas cayó sobre mí, y estuve varios años recibiendo muchas clases de tratamiento médico.
Inspirado por la esperanza de que mi experiencia pueda beneficiar a otras personas, doy este testimonio con reverencia a Dios y gratitud por Cristo Jesús, el Mostrador del camino, y por Mary Baker Eddy, sin cuyo inmortal descubrimiento de la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) , yo no sería lo que soy ahora. Hace algunos años me llevaron como paciente a uno de los hospitales de Manila.
Una mañana me sentí muy mal; tenía fiebre y otros síntomas. A pesar de que pasé la mayor parte del día durmiendo, en los momentos en que me despertaba pensaba en la totalidad de Dios y en mi identidad espiritual como Su imagen.
Cuando era niña vivía con el constante temor de que nadie me quería. Crecí en una familia rica creyendo que todo lo que importaba en la vida era mi apariencia y cómo me sentía físicamente.
Conocí la Ciencia Cristiana en una ocasión en que me encontraba muy desesperado. El médico que me estaba tratando en ese tiempo me dijo: “Con ese corazón, ya no puede usted usar la bicicleta, ni nadar, ni hacer ninguna clase de deporte”.
El juego legalizado es una de las mayores industrias en la ciudad en donde yo vivía anteriormente. Me empezaron a atraer las máquinas tragamonedas y los juegos de azar.
Hasta que la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) vino a mi vida, viví en constante temor. Aun cuando tenía esposo e hijos, mi vida no parecía tener ningún sentido, razón, ni propósito.
Cuando cursaba el segundo año de la escuela secundaria, tomé una decisión que me guió en dirección del bien continuo en mi vida. Había asistido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana desde muy niña.
Hace unos años, tres amigos y yo decidimos pasar el verano escalando montañas en los Alpes. Durante muchos meses todos los momentos que teníamos disponibles los dedicamos a entrenarnos.