Hace varios años, cuando mi hija era bebé, se me inflamaron ambos pechos. Era muy doloroso y yo no sabía qué hacer pues estaba amamantando a la criatura. Entonces le pedí ayuda a mi madre porque sabía que conocía la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens).
Cuando llegué a su casa, ella salía para su trabajo. Me aseguró la presencia constante del amor de Dios, y me dijo que oraría por mí. Habló brevemente de la verdadera idea de Dios, y me dio un ejemplar del Heraldo, edición en alemán. Me indicó algunas partes en la revista que podían ser una ayuda, y se fue.
Me senté en la terraza a leer el Heraldo, y las nuevas ideas que contenía me absorbieron de tal manera que pronto olvidé todo lo que me rodeaba. Cuando mi madre regresó del trabajo, me di cuenta de que estaba completamente libre de todo problema.
En otra ocasión, mi hijo de tres años había ido a pasar el día con mi madre. Cuando llegué a la casa ella me dijo que el niño tenía fiebre y que no quería comer, y que lo había acostado. Rechacé la sugestión de enfermedad inmediatamente como una mentira acerca de la perfecta idea de Dios, idea que, en realidad, está continuamente manifestando salud y felicidad. Entramos en el cuarto, y en ese momento mi hijo se levantó perfectamente bien. Comió y luego se fue a jugar. Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (págs. 474-475): “La Verdad destruye la falsedad y el error, pues la luz y las tinieblas no pueden morar juntas. La luz disipa las tinieblas, y las Escrituras declaran que ‘no habrá ya más noche’. Para la Verdad no hay error, — todo es Verdad”.
Cuando mi hija mayor enfermó de malaria, ella recurrió al tratamiento médico. Su salud mejoró, pero pocos meses después le volvió la fiebre. Entonces le dije a mi hija: “Esta vez confiemos en Dios”. Tomé el libro Ciencia y Salud y leí esta cita en la página 393: “La Mente tiene dominio sobre los sentidos corporales, y puede vencer la enfermedad, el pecado y la muerte”. Continué orando por mi hija y mejoró. Pero a la mañana siguiente los síntomas volvieron a aparecer. Le rogué entonces que pensara en la declaración que habíamos leído en Ciencia y Salud. Ella lo hizo y en pocos minutos estaba perfectamente bien; la enfermedad había desaparecido para siempre.
Recientemente, una noche vino mi hija a mi casa con su niña, que tenía más o menos dieciocho meses. Me preguntó si podían quedarse esa noche conmigo. La niña vomitaba constantemente, y mi hija no quería ir al médico pues dijo que tenía más confianza en la Ciencia, y me pidió que orara por la niña.
En Proverbios leímos: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5, 6). Le pedí a mi hija que tuviera plena confianza en Dios, y que no tuviera temor. Hablamos de la identidad inmortal de la nena como hija de Dios, tiernamente protegida por Su amor. Después oré, reconociendo la verdad de esta consoladora declaración: “La Verdad y el Amor se acercan más en la hora del infortunio, cuando la fe firme o la fuerza espiritual lucha y prevalece por virtud del entendimiento de Dios” (Ciencia y Salud, pág. 567).
Había estado leyendo Ciencia y Salud durante algunas horas, cuando de pronto mi hija se alarmó por los síntomas. Inmediatamente afirmé en voz alta el hecho de que Dios es Vida, y que el hombre nunca depende de la materia para su vida. En ese momento una partícula extraña salió de la boca de la nena. Muy pronto estuvo perfectamente bien y se durmió pacíficamente. No hubo malestar posterior.
Doy gracias a Cristo Jesús, quien sufrió y triunfó como nuestro Mostrador del camino. Y doy gracias a su humilde seguidora, la Sra. Eddy, que nos ha dado un regalo precioso en sus escritos, la Ciencia de la curación cristiana.
Rio do Sul, SC, Brasil
