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[Original en francés]

Hace muchos años encontré la Ciencia Cristiana por medio de una...

Del número de enero de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace muchos años encontré la Ciencia Cristiana por medio de una hermana que había sanado de asma. Mi gratitud va en aumento por haber sido guiada hasta el sendero de la verdad espiritual. El constante temor de ser castigada por un Dios inclemente, que emite juicios, ha sido reemplazado por el conocimiento consolador de que uno puede comunicarse directamente con Dios, nuestro Padre tierno, que proporciona sólo bien para Sus hijos. Este elevado concepto de la Deidad ha sido una verdadera revelación y me ha animado a seguir adelante. “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones” (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. vii).

Al principio de mi estudio de la Ciencia, teniendo ante mí abrumadores problemas morales y físicos que parecían no tener solución, recibí pruebas de que el Padre proporciona a Sus hijos todo lo que necesitan. Fui hospitalizada padeciendo de lo que los médicos diagnosticaron como cáncer incipiente. Me dijeron que sin una operación yo no podría seguir trabajando. Puesto que tenía que cuidar de mis tres pequeños niños, era imposible que yo permaneciera inactiva. Así es que, después de prometer al personal que yo asumiría completa responsabilidad por ello, pedí que se me permitiera abandonar el hospital.

Una vez en casa, solicité la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana, ayuda que me fue dada con mucho amor. No puedo decir con exactitud cuándo ocurrió la curación del cáncer, pero se efectuó, y los resultados fueron maravillosos. Durante cuarenta años pude desempeñar un cargo muy difícil sin enfermarme ni un solo día y también cumplí con mis otras obligaciones.

Durante catorce de esos años vendí periódicos y trabajé en el servicio de correos. Sólo dormía unas pocas horas cada noche. La Ciencia Cristiana me enseño a confiar por completo en Dios. Durante las temporadas más difíciles, Él fue una ayuda constante y fuerte en la cual me podía apoyar sin reservas. Continuamente pude aguardar el futuro con grandes esperanzas. “ ‘Dios es Amor.’ Más que esto no podemos pedir, más alto no podemos mirar, más lejos no podemos ir” (Ciencia y Salud, pág. 6). Por razón de mi trabajo aprendí a manejar a la edad de sesenta años, y mantuve un buen récord de conducción.

Doy gracias a Dios por haber podido criar a mis hijos en la Ciencia Cristiana y porque los pude mandar a una Escuela Dominical de esta religión. El ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial me ha traído abundantes beneficios.

Cuando mi hija tenía dieciséis años tuvo lo que parecía ser un ataque de apendicitis. Ayudada por la oración de una practicista, esa misma noche sanó. Fracturas de las muñecas han sanado por medio de la oración sin tener que faltar al trabajo.

Cuando tuve que dejar la casa en la cual había vivido durante cuarenta y dos años, nuestro Padre-Madre Dios me guió a encontrar un apartamento cerca de la iglesia. Mi nuevo domicilio incluía todas las comodidades necesarias, y me satisfizo por completo.

Las bendiciones son demasiado numerosas para ser narradas, pero mi gratitud es grande porque puedo decir que Dios es mi único médico. No sé cómo podría vivir sin Su cuidado eterno, que conocí por medio de las lecciones que hemos tenido. Cada día hay pruebas del amor siempre presente que Dios siente por Sus hijos. Las palabras son inadecuadas para expresar lo que sentimos al saber que estamos bajo la protección de nuestro divino Padre en cada momento y en todo lugar.


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