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Hace mucho que debiera haber dado este...

Del número de junio de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace mucho que debiera haber dado este testimonio del carácter práctico y accesible de la Ciencia Christiana, pues he sido bendecido y ayudado en todos los aspectos de mi vida desde comencé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana a los tres años de edad, hace alrededor de cuarenta años.

Habiendo visto desde mis primeros años y desde el comienzo de la adolescencia la infelicidad conyugal en mi familia, resolví que nunca me causaría el problema del matrimonio. Sin embargo, anhelaba encontrar un compañerismo sincero y permanente, y durante varios años oré fervorosamente, lo que me llevó a entablar muchas amistades excelentes y perdurables; pero aún así me sentía solitario. Continué orando y comencé a percibir que la afinidad que buscaba se expresaba mejor en el matrimonio, y obtuve gran inspiración estudiando el capítulo “El matrimonio” en el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.

Más adelante, conocí a una joven que era una sincera estudiante de la Ciencia Cristiana; en muy poco tiempo nos dimos cuenta de que queríamos estar juntos permanentemente. A los tres meses nos casamos. Esto ocurrió hace unos veinte años. La comprensión y compasión mutuas, que son parte esencial del matrimonio y que nos hemos esforzado por expresar el uno al otro, han sido un apoyo firme para la inspiración y la curación.

A través de los años se vencieron muchos problemas por medio de la Ciencia: dolor intenso, accidentes, situaciones difíciles con colegas profesionales, desempleo, y muchos otros. Estoy agradecido a los practicistas de la Ciencia Cristiana que me han ayudado, en muchas ocasiones, a demostrar que “La Verdad es siempre victoriosa” (ibid., pág. 380).

Hace pocos años llegué a la conclusión de que no podía conciliarme con la política de la organización en la que entonces trabajaba y que no podía continuar en el cargo que ocupaba. Oré para ser guiado en los pasos que debía tomar, y pedí ayuda a un practicista. Cuando la situación dentro de la organización empeoró, decidí renunciar. Tenía la certeza de que al ponerme del lado del Principio — como pensaba que estaba haciendo — pronto encontraría otro empleo satisfactorio.

Mucho me sorprendió no poder encontrar trabajo inmediatamente. El practicista me ayudó a comprender que, habiendo orado acerca de la situación, mientras estaba en la organización, podría haber esperado que Dios me señalara el camino en lugar de adoptar la decisión de renunciar por mí mismo. El practicista me recordó que, por haber comprendido esto, no debía sufrir, ni por los aparentes efectos de mi decisión, ni por un sentido de condenación de mí mismo, ya que, como hijo amado de Dios, siempre estaba empleado útil y provechosamente.

Continuamos orando, y traté de encontrar un empleo apropiado, pero nada parecía ocurrir. Como resultado de esta oración sentí un gran deseo de trabajar donde pudiera ser más útil; este período de espera, que resultó de seis meses, distó mucho de ser triste, aunque parecía que estábamos agotando nuestros recursos y ninguna de las muchas y prometedoras posibilidades de empleo culminaba en ofertas de trabajo. Mi esposa y yo habíamos tenido muchas pruebas de la bondad de Dios y nos sentíamos tan alentados por la firme ayuda del practicista que no nos dejamos descorazonar y continuamos satisfaciendo sin temor todas nuestras obligaciones financieras.

En medio de esta experiencia, se me pidió que aceptara el nombramiento de Segundo Lector alterno para los cultos en inglés de la iglesia filial de habla francesa de la que mi esposa y yo somos miembros. Daba la incertidumbre de nuestros planes, no supe al comienzo cómo responder a esta invitación. Comprendí que había estado orando por hacer un trabajo útil y que se me ofrecía un trabajo de la más elevada jerarquía, y acepté gozosamente el nombramiento.

Como el tiempo pasaba sin que consiguiera trabajo, comprendí que debía ahondar más en mi pensamiento para descubrir cualquier error latente que estuviera impidiendo la prueba visible de que, como idea espiritual, estaba constantemente empleado en la expresión de Dios.

Una tarde vi claramente que estaba orando para que mis cualidades pudieran ser utilizadas, pero no pude comprender por medio de qué camino podría mi necesidad ser conocida por un futuro empleador. Me parecía que había probado sin éxito todos los medios humanos. Recordé estas palabras del libro de texto de la Ciencia Cristiana (pág. 284): “La comunicación va siempre de Dios a Su idea, el hombre”.

En un momento de inspiración percibí que, si bien creía que Dios hablaba conmigo, no había estado aceptando que Dios se estaba comunicando constantemente con todas Sus ideas. Comprendí entonces que todos mis esfuerzos por ponerme en contacto con un posible empleador, mediante métodos materiales sin inspiración, eran inútiles. Por lo tanto, cuando los argumentos del desaliento o el temor se insinuaban en mi pensamiento durante las semanas siguientes, los rechazaba prontamente afirmando que la comunicación de Dios estaba siempre presente y era continua, y que tanto yo como mi futuro empleador éramos receptivos a esa comunicación.

El lunes siguiente a mi primer domingo como Lector me ofrecieron tres trabajos. En menos de una semana fui seleccionado para ocupar un puesto para el que muchos se habían postulado. Mucho me alegró enterarme de que había sido elegido porque, además de la capacidad profesional requerida, yo poseía algunas cualidades que eran necesarias en ese puesto. Este puesto, que financieramente y en otros aspectos era mejor que mi empleo anterior, había quedado vacante sólo en ese momento. Sentí la tentación de lamentar no haber escuchado más atentamente la guía de Dios para haberme evitado pasar por un período de desempleo. Sin embargo, pronto comprendí que las lecciones que evidentemente necesitaba aprender eran más valiosas que la pérdida temporaria de un sueldo.

Estoy profundamente agradecido por la Ciencia Cristiana y por el maravilloso privilegio de poder seguir la inspiración y la enseñanza de la Sra. Eddy a través de sus escritos.


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