Hace mucho que debiera haber dado este testimonio del carácter práctico y accesible de la Ciencia Christiana, pues he sido bendecido y ayudado en todos los aspectos de mi vida desde comencé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana a los tres años de edad, hace alrededor de cuarenta años.
Habiendo visto desde mis primeros años y desde el comienzo de la adolescencia la infelicidad conyugal en mi familia, resolví que nunca me causaría el problema del matrimonio. Sin embargo, anhelaba encontrar un compañerismo sincero y permanente, y durante varios años oré fervorosamente, lo que me llevó a entablar muchas amistades excelentes y perdurables; pero aún así me sentía solitario. Continué orando y comencé a percibir que la afinidad que buscaba se expresaba mejor en el matrimonio, y obtuve gran inspiración estudiando el capítulo “El matrimonio” en el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.
Más adelante, conocí a una joven que era una sincera estudiante de la Ciencia Cristiana; en muy poco tiempo nos dimos cuenta de que queríamos estar juntos permanentemente. A los tres meses nos casamos. Esto ocurrió hace unos veinte años. La comprensión y compasión mutuas, que son parte esencial del matrimonio y que nos hemos esforzado por expresar el uno al otro, han sido un apoyo firme para la inspiración y la curación.
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