Relatos de curación
Cuando yo era una adolescente, una querida amiga puso en mis manos un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana diciendo: “He aquí una religión que lleva a cabo curaciones como en el tiempo de Jesús”. No dudé de la veracidad de los testimonios que leí y en seguida me convencí que ésta era la religión que yo necesitaba.
Todo lo que soy o tengo, se lo debo a la Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.
Estoy muy agradecido por la Ciencia Cristiana, la cual ha sido mi único guía y médico durante casi cuarenta años. La primera vez que leí Ciencia y Salud por la Sra.
En 1929 perdí un bebé. Al mismo tiempo fui sometida a una operación que me dejó una cicatriz que sobresalía en mi estómago.
De regreso a la universidad después de las vacaciones de Navidad, en la mañana del jueves de una semana de mucha actividad social, me registré en la clínica. Me sentí bastante débil y dormí la mayor parte del día.
Hace más o menos diez años, una amiga que sentía preocupación por mí, me introdujo a la Ciencia Cristiana. Estaba padeciendo varias enfermedades, y confinada en cama la mayor parte del tiempo.
Las palabras no pueden expresar la profunda felicidad que siento al meditar sobre la protección y las curaciones que he experimentado durante varias décadas dedicadas a estudiar más la Ciencia Cristiana. Como alumno de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana confié solamente en la oración a Dios para resolver mis problemas relacionados con mi salud.
Poco después que me casé fui a vivir a Nueva York. Durante ese tiempo una sirvienta que habíamos traído del Japón, muy trabajadora y de carácter tranquilo, comenzó a padecer de insomnio, que continuó durante más de un mes; permanecía lela y decía palabras extrañas.
Contaba yo dieciséis años, cuando la Ciencia Cristiana nos fue presentada en nuestro hogar por una amiga, y tuve el privilegio de asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde devotos maestros respondieron a muchas preguntas que para mí eran muy confusas. Mi esposo y yo sentimos que nuestro encuentro fue evidencia de la guía de Dios en nuestros asuntos, y nuestro matrimonio ha sido una gran bendición.
Me siento muy agradecida por haber crecido en un hogar donde sólo el amor y la paciente comprensión se expresaban, por haber asistido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana desde los tres hasta los veinte años de edad, y por haber recibido la enseñanza acerca del valor que encierra el hacer nuestro propio y sincero trabajo metafísico. Pertenezco a una familia que ha practicado la Ciencia Cristiana por tres generaciones.