Cuando yo era una niñita de escuela, me gustaba mucho leer la Biblia y me sentía muy unida a las enseñanzas de Cristo Jesús. Me daba cuenta de que la mano de Dios me ayudaba a llevar a cabo las cosas. Cuando encontré la Ciencia Cristiana fue para mí como si el cielo hubiera venido a la tierra.
Poco después de conocer esta Ciencia, me enfermé manifestando los mismos síntomas que mi tía tuvo al fallecer de neumonía doble. Se llamó a un practicista de la Ciencia Cristiana y a la mañana siguiente estaba yo sana y alabando a Dios por Su maravilloso poder.
También, cuando contaba poco más de veinte años de edad, comencé a sentir frecuentes jaquecas que me obligaban a guardar cama. Un día en particular, mi hijita de tres años vino al lado de mi cama queriendo ayudarme. Yo había estado orando para reconocer la presencia de Dios, pero no estaba liberada de la creencia de sufrimiento, y mi pensamiento estaba lejos de sentirse gozoso. Apenas si podía abrir los ojos cuando mi hijita me dijo: “Sonríe mamita, sonríe. Dios te ama”. Con mucho esfuerzo sonreí. Y loado sea Dios, ¡ la curación fue instantánea! Nunca he vuelto a tener ningún dolor de cabeza en más de cincuenta años.
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