Hace más de veinticinco años, tuve una curación instantánea mediante la Ciencia Cristiana, y desde entonces nunca he estado sin esta Ciencia. Todo empezó después de un período de enfermedad grave, que comenzó con poliomielitis y sus efectos, causados por un excesivo esfuerzo de los músculos en mi empeño por caminar de nuevo. A esto le siguió un ataque severo de ciática, para la cual los médicos no pudieron dar ningún alivio, tan sólo me ofrecieron medicamentos para tomar.
Como joven, de veintisiete años de edad, era muy triste pasar casi todo el día en cama, imposibilitado de caminar sin sufrir agudos dolores. Un día mi novia me ofreció un Heraldo de la Ciencia Cristiana, en holandés, que había encontrado en una sala de espera pública. Me sentí maravillado al leer la verdad espiritual acerca del hombre y del universo pues durante años había estado buscando esto. De manera que pedí a mi novia que telefoneara de inmediato a uno de los practicistas cuyos nombres aparecían en ese periódico. Después de dos visitas que hiciera a mi lecho de enfermo el practicista que habíamos llamado, una noche sentí la sorprendente sensación de haber nacido de nuevo espiritualmente. Me sentí libre de todo dolor y malestar.
Apenas pude esperar hasta la mañana para contarles esto a todos. A la madrugada se lo dije a mis padres, y seguidamente caminé hasta la casa de mi novia. Ella y sus padres apenas podían creerlo, cuando me vieron entrar en su casa caminando. Llamé por teléfono al practicista, quien permaneció en silencio por unos momentos y luego dijo: “Demos gracias a Dios por esto”. Desde entonces no he experimentado dificultad física alguna en ese aspecto, y participo en toda clase de deportes.
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