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Hace algunos años al iniciar una empresa...

Del número de julio de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace algunos años al iniciar una empresa asesora enfrenté lo que parecía ser una insuperable acumulación de deudas, tanto en la compañía como en mi hogar.

El único cliente con el cual se mantenía el negocio en esa época repentinamente quebró, lo que significaba que teníamos que conseguir otros clientes inmediatamente. Oré diariamente para ser guiado por Dios, pero muchas veces mis pensamientos se llenaban de temor, desaliento, y sentía la carga de las responsabilidades familiares.

Una noche, después de lo que pareció ser un día desalentador, llamé al practicista de la Ciencia Cristiana que me estaba ayudando con el problema. En el curso de nuestra conversación dije que estaba dispuesto a dejar el negocio y buscar empleo en otra parte. Recuerdo las tranquilizadoras palabras de aliento del practicista con respecto al tierno y protector amor de Dios por todos Sus hijos, y estas palabras elevaron mi pensamiento por encima del mesmerismo de la preocupación, la que unos momentos antes me había parecido tan real.

Al día siguiente atrajo mi atención un artículo que había puesto de lado hacía unos meses. Era un editorial del Christian Science Sentinel. Un pensamiento atrajo vivamente mi atención: no tenemos que mirar dentro del sepulcro — la cueva obscura del sentido material — para encontrar el bien. A esto siguió un momento de profunda comprensión de la Verdad. Me di cuenta de que había estado buscando dentro de los confines de una estructura material — recurriendo a un cliente — para encontrar una fuente de provisión, y que no estaba admitiendo la verdad espiritual de que Dios es el bien siempre presente y que siempre está a nuestro alcance. Comprendí cuán importante es ver a Dios como el único creador del bien, y de no considerar a personas, lugares o cosas (un sueldo o una cuenta de banco) como la fuente del bien.

El domingo siguiente, al leer el periódico local, llamó mi atención un aviso grande. Decía que se necesitaba una persona que tuviera experiencia en lo que era mi especialidad. Envié una breve reseña detallando mis conocimientos, y algunos días después me llamó un ex compañero de la universidad para decirme que había leído mi reseña. Me manifestó que él había puesto el aviso para buscar un reemplazante para su trabajo porque había decidido unirse a otra firma; sin embargo, ese día se había producido un cambio. Por el momento él seguiría con su empleo actual y la firma que había intentado contratar sus servicios decidió entonces buscar un asesor. Esto resultó en que mi compañía fue recomendada y contratada como asesora.

Estos pasos me guiaron a continuar el negocio y hemos progresado a partir de ese día.

Estoy humildemente agradecido por esta experiencia y por las lecciones aprendidas, y por poder decir con comprensión espiritual: “Gracias, Padre”.


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