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Conozco la Ciencia Cristiana desde mi niñez...

Del número de febrero de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conozco la Ciencia Cristiana desde mi niñez y he tenido curaciones físicas, guía, consuelo y muchas otras bendiciones mediante sus enseñanzas.

Durante los cuatro años que serví en las Fuerzas Armadas Femeninas durante la Segunda Guerra Mundial, tuve muchas oportunidades de demostrar en mi vida diaria el poder de la Ciencia Cristiana. En cierta ocasión en que no me sentía bien y tenía que cumplir con las disposiciones del ejército, me llevaron a un hospital de campaña. No podía sentarme ni permanecer parada y me tuvieron que llevar en camilla. Había pedido ayuda metafísica a un practicista de Ciencia Cristiana, pero la condición, que fue diagnosticada como lumbago, persistió.

Por último, el médico militar que me atendía me dijo que tenía que ir a un hospital para ser tratada. Esto de inmediato me hizo despertar mentalmente a reconocer a Dios como el único legislador y que yo, como Su idea espiritual, podía únicamente obedecer Sus leyes. Oré sinceramente, “Hágase tu voluntad” (las palabras de Cristo Jesús en el Padrenuestro, Mateo 6:10), y con confianza me aferré al poder infalible de la bondad de Dios.

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