Conozco la Ciencia Cristiana desde mi niñez y he tenido curaciones físicas, guía, consuelo y muchas otras bendiciones mediante sus enseñanzas.
Durante los cuatro años que serví en las Fuerzas Armadas Femeninas durante la Segunda Guerra Mundial, tuve muchas oportunidades de demostrar en mi vida diaria el poder de la Ciencia Cristiana. En cierta ocasión en que no me sentía bien y tenía que cumplir con las disposiciones del ejército, me llevaron a un hospital de campaña. No podía sentarme ni permanecer parada y me tuvieron que llevar en camilla. Había pedido ayuda metafísica a un practicista de Ciencia Cristiana, pero la condición, que fue diagnosticada como lumbago, persistió.
Por último, el médico militar que me atendía me dijo que tenía que ir a un hospital para ser tratada. Esto de inmediato me hizo despertar mentalmente a reconocer a Dios como el único legislador y que yo, como Su idea espiritual, podía únicamente obedecer Sus leyes. Oré sinceramente, “Hágase tu voluntad” (las palabras de Cristo Jesús en el Padrenuestro, Mateo 6:10), y con confianza me aferré al poder infalible de la bondad de Dios.
La próxima vez que visité al médico, me sentí notablemente aliviada de todo este cuadro erróneo en el momento en que me llamaron para verlo. Subí rápidamente una larga escalera para llegar a su oficina. Se sorprendió bastante y me dijo que no era necesario que volviera. Salí de su oficina y sentí como si caminara sobre el aire, absolutamente libre, feliz y agradecida por esta prueba de curación en la Ciencia Cristiana. Esto sucedió hace alrededor de treinta años y la curación ha sido permanente.
En otra ocasión tuve una curación instantánea de quemaduras en las manos. Se me volcó accidentalmente una sartén con caramelo hirviendo sobre una mano. Traté de sacar la substancia pegajosa con la otra quemándome así mucho ambas manos. Sentí un dolor muy intenso y caminé de un lado a otro sin poder pensar con claridad. Pronto mis pensamientos se calmaron y tomé el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Lo abrí al azar y mi mirada se detuvo en estas palabras de la página 397: “Cuando ocurre un accidente, pensáis o exclamáis: ‘¡Estoy lesionado!’ ” Más abajo en la misma página leí estas palabras: “Ahora invertid el proceso. Declarad que no estáis lesionados y comprended el porqué”. Dejé de leer para pensar por qué no estaba lesionada — porque sabía que yo era una idea espiritual perfecta, e hija de Dios. La revelación de esta verdad elevó instantáneamente mi pensamiento por sobre el problema físico y vi su irrealidad total y su nada. Las ampollas simplemente desaparecieron y seguí cocinando como si nada hubiera pasado.
Estoy sinceramente agradecida por toda la enseñanza de la Ciencia Cristiana que recibí en la Escuela Dominical durante mi niñez y por las innumerables alegrías y bendiciones que he tenido como miembro de La Iglesia Madre y de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Considero de enorme valor el haber recibido instrucción en clase y la elevada inspiración que obtengo de las asociaciones anuales.
En 1967 tuve la oportunidad de asistir a la Asamblea Anual de La Iglesia Madre, la cual siempre recordaré con gran alegría. Mi deseo es progresar continuamente en esta manera de vivir, demostrada en la Biblia por el Maestro, Cristo Jesús, y descubierta y fundada por la Sra. Eddy como una Ciencia sanadora demostrable.
Chester, Cheshire, Inglaterra
