Desde que empecé a estudiar la Ciencia Cristiana y me hice miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, he tenido muchas curaciones. Me gustaría relatar una de ellas.
Luego que volví a Holanda en 1946, después de haber estado en un campo de concentración en el Lejano Oriente durante tres años y medio, empecé a tener problemas en los pies. El dolor en los pies, especialmente en los tobillos, era a veces intolerable. Un hueso del talón estaba bastante dislocado y por eso me era muy difícil ponerme el zapato. Una de mis amigas me aconsejó consultar a un buen médico ortopédico, y así lo hice. El médico me dijo que usara plantillas ortopédicas. Después de un tiempo el dolor desapareció y pude caminar nuevamente, aunque siempre con la ayuda de pesadas plantillas. Ya ni pensaba en ellas, ya formaban parte de mí.
Hace poco decidí trasladarme a España con algunos amigos. Todo fue tan armonioso que sentí inmensa gratitud por esta magnífica Ciencia. Una tarde, mientras pensaba sobre mi viaje, me vino este pensamiento: “Pero, ¿qué vas a hacer ahora con tus pies? ¡Dentro de pocos días tienes que ir al especialista para el tratamiento semestral!” Fue como un relámpago, y dije en voz alta: “Bueno, ¿y qué haré?” Todo vino nuevamente a mi pensamiento en un instante. Me pareció oír al especialista diciendo nuevamente, como en aquella primera visita de años atrás: “Aún puedo ayudarla, pero si hubiera tardado un mes más en venir, habría tenido que quedarse toda su vida en una silla de ruedas”.
Empecé a orar: “ 'Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán' (Salmo 43:3). Ayúdame, Padre, confío en Ti”. Poco después saqué las plantillas de mis zapatos y pensé: “Dios es ayuda siempre presente en tiempos de necesidad. Dios es Amor y Dios no es el creador de lo imperfecto”. Comprendí que Dios me creó a Su propia imagen y semejanza; por lo tanto, sana. A medida que pensaba en esto, me tranquilicé. Luego hice una llamada telefónica y cancelé definitivamente las entrevistas con el médico ortopédico. Las palabras “No temas, porque yo estoy contigo” (Génesis 26:24), me vinieron al pensamiento, y sentí la presencia de Dios.
Desde ese día no he usado ninguna clase de plantillas. Pedí tratamiento a una practicista de la Ciencia Cristiana. Luego de tres meses de amorosa ayuda, sané completamente. Estoy enormemente agradecida por todo lo que la practicista hizo por mí.
Acepté este error durante quince años, hasta que Dios me abrió los ojos. Fue una imposición de la mente mortal — suponer que Dios puede estar ausente. Ahora reconozco con agradecimiento Su omnipresencia.
Estoy profundamente agradecida al Padre por esta curación, por Su gran amor, que nos rodea diariamente, y por Su protección. También estoy profundamente agradecida por el ejemplo de Cristo Jesús y por la Sra. Eddy que recibió de Dios la comprensión de esta gran Ciencia que ella nos ha dejado. Cuando vivimos realmente la Ciencia, tenemos el cielo en la tierra en este mismo momento. Mi corazón rebosa de gratitud y alegría por haber encontrado la Ciencia Cristiana.
Los Boliches-Fuengirola, España
