Estoy muy agradecido por el privilegio de haber asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Las lecciones que aprendí allí me han sido útiles a través de toda mi vida.
Hace unos veintidós años comencé a notar que se me estaba formando una pequeña dureza en el pecho. Al principio no le presté mucha atención, pero al persistir y empeorar, me alarmé. Me di cuenta de que esto era algo que necesitaba pronta atención por medio de la oración en la Ciencia Cristiana.
Al tratar el caso se me ocurrió que esto era un desafío que necesitaba ser enfrentado con la máxima firmeza. Por lo tanto, comencé a levantarme a las cinco de la mañana, una hora antes de lo acostumbrado, para poder dedicar una hora más por día a darme un tratamiento específico con la Ciencia Cristiana. Como me encontraba muy temeroso solicité ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana, pero a pesar de nuestras oraciones la condición empeoró.
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