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[Original en español]

Conocí la Ciencia Cristiana hace más de...

Del número de febrero de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conocí la Ciencia Cristiana hace más de quince años. A pesar de mis esfuerzos por evadir este camino iluminado, hoy me encuentro en él, lleno de gratitud e inmensamente feliz de poder testificar del profundo cambio que realizó esta maravillosa Ciencia para mí.

Una querida amiga me empezó a hablar de la Ciencia Cristiana en el lugar donde trabajaba. Al principio tomaba estas pláticas como algo deportivo, para ver quién ganaba. Luego me empezó a desconcertar que esta persona, sin la educación que yo había tenido, argumentaba con una profundidad poco común y, sobre todo, expresaba mucho amor y paciencia. Acepté el libro de texto Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, para poder discutir mejor y tenía la firme intención de demostrar cuán erróneas eran sus afirmaciones. Llevé el libro a mi casa y me encerré en mi cuarto. Recuerdo que después de haber leído las primeras páginas del capítulo “La Oración”, sentí una paz interior como nunca antes. Seguí leyendo el libro con interés, y su lógica y clara exposición de pasajes bíblicos me conmovieron profundamente. Era yo entonces un joven con muchos problemas emocionales. Había vivido directamente la violencia de una guerra cruel y me sentía moralmente fracasado.

El cambio no se realizó de un día para otro, pero gradualmente abandoné falsos dioses y las sombras se disiparon. Pocos meses después de haber empezado a leer el libro, fui con unos amigos al campo. Había allí un río en el que muchas veces habíamos nadado. Un día, mientras salía del río, resbalé y me caí cortándome un pie con algo muy filoso. Brincando llegué a nuestro campamento. Cuando mis amigos vieron la herida, se alarmaron mucho y uno fue en busca de un médico. Insistí en que no necesitaba un médico, que iba a usar Ciencia Cristiana.

No llevaba conmigo ningún libro de la Ciencia y sólo me acordaba de los siete sinónimos de Dios como enseña la Ciencia Cristiana (Ciencia y Salud, pág. 465): “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, infinitos, incorpóreos, divinos y supremos”. Al momento la herida cesó de sangrar. Puse una toalla alrededor del pie y traté de calmar a mis amigos. Me sentía completamente a salvo. El amigo que había salido regresó sin médico, pues no había ninguno disponible. Al día siguiente pude apoyarme un poco en el pie y decidimos regresar a casa. Hablé con mi amiga Científica Cristiana y ella me ayudó con la oración, y en tres días la herida estaba totalmente cerrada. Hoy me es difícil decir en que pie estaba la herida. Esta prueba de la presencia de Dios fue maravillosa para mí. Desde aquel día jamás he usado ningún medicamento material.

Pocos años después conocí a la persona que hoy es mi esposa. Ha habido muchos médicos en su familia por generaciones; sin embargo, al ver los resultados maravillosos de la Ciencia Cristiana en mi vida, empezó a estudiar Ciencia y Salud, y juntos caminamos gozosos por el camino de la Verdad. Los nacimientos de nuestros hijos fueron armoniosos, y ninguno de ellos ha recibido medicamentos. Sí, ha habido problemas que resolver, pero hemos visto que en efecto Dios es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1).

Mi esposa y yo nos curamos del hábito de fumar y de la bebida cuando nuestra gratitud hacia la Ciencia Cristiana nos movió a ser miembros de La Iglesia Madre y, poco después, de una iglesia filial. Un año después tuvimos la maravillosa experiencia de instrucción en clase, la cual sigue enriqueciendo nuestra vida en la proporción en que usamos lo que aprendimos. El estudio de la Biblia con la ayuda de Ciencia y Salud es una fuente inagotable de inspiración, y es realmente un gozo poder demostrar el poder sanador del Cristo, la Verdad.

Mi gratitud por la Ciencia Cristiana es indescriptible. Dios como Padre-Madre ya no es un extraño para mí, y lo mismo es cierto acerca de Cristo Jesús, nuestro Maestro. La Sra. Eddy, que con un valor que comprendo más día a día, reveló al Consolador, ocupa un lugar muy especial en mi corazón, y diariamente pido a Dios que me ayude a llevar a cabo mi obra de la manera que esta abnegada mujer lo expresa en Ciencia y Salud (pág. 4): “Guardar los mandamientos de nuestro Maestro y seguir su ejemplo, es lo que verdaderamente le debemos y es el único testimonio digno de nuestra gratitud por todo lo que él ha hecho”.


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