
Relatos de curación
Un sábado por la tarde, en las Islas Filipinas, donde vivo, fui con mi compañero de buceo en una canoa muy pequeña con flotadores laterales, a corta distancia de la costa, para grabar un video del arrecife de coral. Como el bote tenía menos de 60 cm de ancho, cuando me preparé para lanzarme hacia atrás en el agua, tuve muy poco espacio donde poner los pies con las aletas puestas.
Hace unos 10 años, siendo divorciada y con una hija, y en un estado mental de inseguridad e incertidumbre, sentí que era hora de hacer un cambio rotundo en mi vida. En esos días vendí mi automóvil, que me estaba trayendo problemas, para poder comprar otro vehículo; también decidí dejar mi trabajo como técnica de computadoras para hacer algo diferente.
EMPECÉ a tener ataques de depresión cuando era adolescente. Los mismos continuaron por más de veinte años, durante los cuales no lograba sentir el amor de Dios.
HACE un par de años, decidí ir a vivir a Heidelberg, Alemania, donde estaba estudiando mi novia. Pensaba que era una gran oportunidad para mí poder pasar un año en un país extranjero.
MI PADRE era agricultor y tenía una viña. En una oportunidad, hace unos años, utilizó un producto para fumigar las hojas.
UNA NOCHE, como a las 3 de la madrugada, desperté con mucho dolor en un tobillo. No podía recordar si me había caído o me había golpeado.
AFINALES del verano pasado y mientras me encontraba disfrutando de unos días de descanso en una casa que tengo en el campo, estando recostado en un sofá, sentí de repente un agudo dolor en el pie que apoyaba sobre el suelo. No comprendía a qué se debía este malestar tan repentino y fuerte, pero inmediatamente empecé a decir en voz alta la declaración científica del ser, que se encuentra en el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág.
Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras llegó a mi vida a través de mi madre, que a su vez lo había recibido de una de mis tías. Sus enseñanzas me impactaron desde el comienzo.
Una noche cuando llegué a mi casa hacía tanto calor que me senté en el porche. Los vecinos solían decir que la picadura de cierto tipo de ciempiés podía tener consecuencias fatales porque creían que el veneno era mortal.
Durante casi 20 años busqué una religión que respondiera a mis necesidades. Quería encontrar un Dios en quien confiar, y que no me atemorizara.