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Mientras vivía en un pequeño pueblo del oeste de los Estados Unidos,...

Del número de enero de 1947 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mientras vivía en un pequeño pueblo del oeste de los Estados Unidos, hace como treinta años, me visitó un pariente a quien no había visto por espacio de un año. En aquella ocasión, me sorprendió oír cuán claramente hablaba, pues había sido tartamudo toda su vida. Al preguntarle cómo se había curado, me contó que había encontrado una maravillosa religión, conocida como la Christian Science, y que con la ayuda de un practicista de la Christian Science, obtuvo su curación.

Deseando saber cómo se verificó esa curación, concurrí a la reunión testimonial del miércoles por la noche de una iglesia de la Christian Science. Me impresionó tanto lo que escuché, que continué visitando esa iglesia con toda regularidad. La sinceridad y jubilosas expresiones de quienes rindieron sus testimonios de gratitud, me convencieron de que por fin había encontrado una religión del todo satisfaciente, que tanto había anhelado. Sin haber estado nunca enteramente satisfecho con mi propio concepto de la Deidad, tuve la sensación de haber encontrado aquello que revolucionaría mi pensamiento en materia religiosa, y que me haría un hombre más feliz y mejor.

A medida que estudiaba sinceramente las Lecciones Bíblicas contenidas en el Christian Science Quarterly (Trimestral de la Christian Science), me dí cuenta del hecho importantísimo de que ciertas leyes básicas de Dios obran en beneficio de la humanidad, y que estas leyes, cuando son aplicadas a cualquier problema, obtienen la solución correcta.

Al regresar a mi hogar, en la ciudad de Nueva York, encontré a un miembro de mi propia familia sufriendo de la enfermedad denominada baile de San Vito. Un solo tratamiento, dado por un practicista de la Christian Science, efectuó una curación instantánea.

Algunos años después, cuando fuí llamado para servir en el ejército de los Estados Unidos, en la primera guerra mundial, experimenté muchas pruebas del poder protector de Dios. Como resultado de mi confianza inmutable en El, hice toda la campaña sin temor, ni daño. El Salmo noventiuno, conocido como el Salmo de protección, estuvo siempre en mis pensamientos y era una fuente constante de inspiración y fortaleza en todas ocasiones.

Muchas dificultades, entre las que figuraron la pérdida de un negocio floreciente y la de seres queridos, fueron vencidas con el conocimiento de que solamente existe un negocio, el negocio de expresar pensamientos y cualidades provenientes de Dios. Aplicando la Christian Science a estos problemas, logré conseguir un puesto muy remunerativo y llevar a cabo una unión que me ha traído gran felicidad.

Cada día me esfuerzo por aprender más acerca de Dios y por llevar a la práctica mis nuevos conocimientos. Mi gratitud, por ser miembro de la iglesia, no tiene límites. El ser miembro de La Iglesia Madre y de una de sus ramas, me ha capacitado para dar una clase en la escuela dominical de la Christian Science, y para actuar en diversos comités. Mi actividad, en los trabajos de la iglesia, me ha aportado múltiple bendiciones.

Carezco de palabras apropiadas para expresar a Dios mi agradecimiento por nuestra venerada Guía, Mary Baker Eddy, quien legó al mundo esta religión demostrable y práctica.

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